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Por Claudio Fantini. La indignante postal de manifestantes kirchneristas y de otros grupos que atacaron a exiliados venezolanos que protestaban frente a la embajada de Venezuela en Buenos Aires, muestra lo que podríamos denominar “terraplanismo político”. Repasemos de qué se trata este fenómeno.
Esos argentinos que atacaron a venezolanos desesperados por haber tenido que emigrar y por la situación de sus familiares que permanecen en Venezuela, son la versión más estúpida y violenta de lo que expresa la dirigencia política que, en la Argentina y en muchos otros países, defienden a un régimen esperpéntico que sólo se sostiene por el poder militar y por la represión.
Defender a Nicolás Maduro y acusar a Juan Guaidó de golpista es “terraplanismo político”. Se debiera explicar a sus defensores que se trata de una dictadura militar que hundió a una economía inhundible y se sostiene en base a represión. Esto, provoca un hastío similar al que provoca enumerar las razones por las que es absurdo sostener que la tierra es plana.
Merodea el “terraplanismo político” sostener que son golpistas quienes pretenden derribar a un dictador, como Nicolás Maduro.
¿Son golpistas las multitudes que presionaron al ejército sudanés hasta que tumbó al tirano Omar Hassan al Bashir? ¿Fue golpista desplazar a Abdelaziz Buteflika en Argelia?
Una cosa es oponerse a una invasión norteamericana y otra es dar alguna legitimidad a Maduro y a la casta militar que imperan en Venezuela.
Se puede promover una salida electoral en el corto plazo o cualquier vía que evite una guerra civil o una acción militar externa. Lo que no se puede es defender al régimen que ha causado un éxodo de dimensiones bíblicas y, al mismo tiempo, considerarse en el terreno de la democracia y de los derechos humanos.
En Venezuela lo minoritario es el apoyo al régimen. Ni siquiera es un régimen que ejecute lo que Jean Jacques Rousseau llamaba “voluntad general”. Con Hugo Chávez todavía era un poder mayoritario. Pero desde hace varios años, es apenas la dictadura de una casta privilegiada, apoyada por una minoría social.
¿Cómo logra sostenerse un gobierno despreciado por las mayorías populares? Por el poder militar.
Venezuela tiene más generales que la OTAN. Y si se suman los coroneles, se puede dimensionar el tamaño de la casta que tiene los sueldos más altos del país, a los que se agregan los dineros extraídos de las cajas negras del régimen, atiborradas por lo que reportan las asociaciones con mafias mineras y narcos, entre otros ingresos. Por eso cuesta tanto romper el bloque militar que sostiene a Maduro.
Al contrapoder que encabeza Juan Guaidó sólo le queda, como camino hacia elecciones libres y creíbles, lograr lo que lograron las multitudes que se congregaron frente al principal cuartel de Khartum para pedir a los militares que derroquen al tirano que masacró aldeas cristianas y animistas en el sur y en Darfur.