Por Juan Turello. Por momentos, Argentina suele estar aislada del resto del mundo en...
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Por Claudio Fantini. Desde hace meses, en la Argentina se da una ecuación cuyo resultado inexorable debiera ser el estallido social. Por otra parte, la gobernadora de Buenos Aires, María Eugenia Vidal, amenaza con arrebatarle la candidatura presidencial a Mauricio Macri por la mejora de su imagen política en la población. Repasemos los temas.
Cristina Kirchner, líder de una facción sectaria y muy significativa por la cantidad de seguidores y el fanatismo de su militancia, está acosada por procesos judiciales que navegan hacia la condena sobre un caudaloso río de evidencias contundentes.
La corrupción que empuja a la ex presidenta y a ex miembros de su Gobierno a la cárcel, también ensucia a grandes empresarios, que viven como un vía crucis sus procesos por sobornos.
Además, los jueces están muñidos de sólidas pruebas condenatorias de la familia más poderosa del sindicalismo argentino, los Moyano. Con el control del aún agresivo gremio de los camioneros y el apoyo de otros sindicatos, el clan Moyano usa un tono cada vez más amenazante.
Todos podrían salvarse de la ofensiva judicial si la deriva económica de Macri terminara en un naufragio por el estallido de saqueos y protestas, que provoquen represión con muertos. Si el caos es muy grande, podría provocar la caída del Gobierno entero.
El papa Francisco aporta al clima de estallido social al describir al Gobierno de Cambiemos como una “dictadura” que hambrea al pueblo, mientras sus voceros en el activismo social dicen que si “hay levantamiento popular”, los movimientos sociales tienen que apoyarlo.
En esa atmósfera cada vez más tensa y peligrosa, el gobierno de Macri agrava la crisis económica y los efectos dolorosos del ajuste, al cometer una inmensa cantidad de errores y negligencias que, a esta altura, evidencian un alto grado de improvisación.
¿Por qué, con tantos planetas alineándose para el cataclismo, aún no se ha producido el estallido social?
Si dirigentes tan poderosos, agresivos y apremiados, como Cristina Kirchner, Hugo Moyano y su hijo Pablo, y tantos empresarios millonarios e influyentes, necesitan una explosión social para salvarse de la cárcel, sobre la cual están dadas las condiciones socioeconómicas, ¿por qué no se ha producido todavía ese sismo que derribaría al Gobierno o lo haría ceder ante el chantaje?
Desde hace tiempo, con la eficacia que la caracteriza, la gobernadora de la provincia de Buenos Aires, María Eugenia Vidal, trabaja en articular a gran velocidad y con alta precisión las ayudas sociales y los entendimientos políticos con intendentes y dirigentes de todo el arco político.
Colabora en ese trabajo, con gran eficacia, la ministra de Desarrollo Social, Carolina Stanley. Esas dos mujeres serían la razón por la que no hay estallidos de violencia y descontrol social a pesar de la deriva del Gobierno.
Podría decirse que siendo Stanley su ministra, la eficiencia es atribuible a la gestión de Macri. Puede ser. Pero es una figura que aparece más solitaria que acompañada dentro del Gabinete.
Vidal con Stanley estarían actuando con la eficacia con que actuó Rubén Martí, cuando era ministro Acción Social de Eduardo Angeloz. El dirigente, ya fallecido, supo organizar con notable agilidad y distribuir con estratégica puntería los bolsones de comida que contuvieron en Córdoba el infierno social causado por la hiperinflación que apuró la salida de Raúl Alfonsín en 1989.
A esta altura de las tribulaciones sociales y económicas, parece claro que el actual presidente difícilmente tenga el éxito asegurado en la elección de 2019. Más bien parece acrecentarse el riesgo de una derrota, incluso con Cristina Kirchner.
Vidal es la figura menos agrietada del macrismo. La lógica comienza a señalarla como la mejor candidata del oficialismo. También lo sugiere así la ola de rumores que hablan de crecientes choques entre ella y el presidente. Así, como Elisa Carrió ha comenzado a perder la confianza en la convicción de Macri en la lucha contra la corrupción, Vidal parece estar perdiendo la confianza en el liderazgo del mandatario.
Quizá se produzca una ruptura de Carrió con Macri que lleve a la legisladora hacia otras costas, donde intentará germinar la candidatura de la gobernadora bonaerense.
También es posible que el distanciamiento entre “Mariú” Vidal y el presidente sea parte de una estrategia acordada para llegar a los próximos comicios sin que las posibilidades de victoria dependan, exclusivamente, de que Cristina sea la otra opción y genere pánico la posibilidad de un populismo, que regresaría con el cuchillo entre los dientes.