Por Sebastián Turello. Los Turello, junto a otros periodistas, visitó la planta de fabricación...
Autoridades del IAE y de Banco Macro, en una ceremonia conducida por la periodista Verónica...
Junto a las señales positivas de la economía en las últimas semanas, en especial, en el mercado...
Por Juan Turello. El buen momento de la Argentina en los mercados financieros y las palabras de...
El Grupo Sancor Seguros fue nuevamente protagonista en los Premios Prestigio al lograr...
Suscribite al canal de Los Turello.
Por Claudio Fantini. “Relaciones carnales” fue la metáfora de mal gusto que usó el canciller Guido Di Tella para explicar el alineamiento del gobierno de Carlos Menem con Washington, por entonces bajo administración republicana. La imagen describía lo que normalmente imponía Estados Unidos a los países de la región: el alineamiento total. Tanto los conservadores como los demócratas competían contra la proyección de potencias extra regionales, con una suerte de ultimátum: con nosotros o con ellos.
Ahora, la Casa Blanca habla de relaciones modernas. No plantea disyuntivas de hierro. No exige vínculos absolutos: casamiento o divorcio, sino una agenda positiva que no impone seguir la batuta de Washington a la hora de condenar regímenes.
Washington busca puntos de acuerdo en una agenda encabezada por el cambio climático, para construir relaciones a partir de las posiciones concordantes.
Al menos así está planteada, en la teoría, la política exterior de Joe Biden, que intentará conjurar el posicionamiento geopolítico de China en Latinoamérica, sin imponer alineamientos ni rupturas.
En la cuestión del cambio climático, la administración demócrata valora mejor al presidente argentino que al de Brasil. Otra ventaja para Alberto Fernández.
Además, tendrá agendas con Washington en terrenos donde hay entendimientos, sin que le impongan alineamientos en cuestiones donde la posición argentina la define Cristina Kirchner, como Nicaragua, Venezuela y Cuba.
Desde la Casa Blanca observan a Jair Bolsonaro como un “negacionista” del calentamiento global, que permite y promueve la deforestación del Amazonas.
Pero en la cuestión China, de crucial relevancia para Joe Biden y su consejero de Seguridad Nacional, Jake Sullivan, el gobierno norteamericano está dispuesto a tratar con Bolsonaro a pesar de que el presidente brasileño apoyó la reelección de Donald Trump y apoyó la delirante denuncia de “fraude masivo”.
En ese punto clave de la agenda de Washington, la delegación que encabezó Sullivan incluyó –en su viaje a Brasil y la Argentina- a los directores del área Tecnología y Cibernética del Consejo de Seguridad Nacional.
Ninguno espera mucho de Alberto Fernández, pero entienden que para Washington es clave que Bolsonaro bloquee el paso de Huawei a la licitación de tecnología 5G.
Los otros puntos cruciales de la agenda de Sullivan en sus visitas a los dos países sudamericanos, pasan también por la tecnología de ese tipo. En esta era, los peores males actúan en la red.
El terrorismo, las mafias y los conflictos entre estados se desarrollan en el ciberespacio. Las mafias de este tiempo se dedican al ransonwere (secuestro de datos), apropiándose de archivos de grandes empresas y pidiendo sumas archimillonarias por el rescate.
Los países que desarrollan ciberespionaje y donde hay cibermafias, que pueden tener un vínculo encubierto con sus respectivos gobiernos, son China, Rusia, Irán y Corea del Norte.
Contar con puntos de apoyo para controlar las acciones conflictos en el ciberespacio, tiene un valor estratégico altísimo en la política de Biden.
También la adhesión a la mirada norteamericana sobre la tecnología 5G como arma de espionaje global en manos de China a través de Huawei. Y aunque no es la parte más visible de la agenda que trajo Sullivan en su gira por Argentina y Brasil, es una parte relevante.
El mensaje es claro porque, como dijo el embajador norteamericano Jorge Argüello cuando le preguntaron qué mensaje dejaba la vista de Sullivan: “La visita es el mensaje”.