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Por Claudio Fantini. ¿Es creíble la revista brasileña Veja, que está sacudiendo con sus notas al Gobierno argentino? ¿Se trata de una publicación imparcial? ¿Tiene peso periodístico o es un pasquín insignificante?
Las respuestas no tienen una dirección única.
Las revelaciones involucran a Máximo Kirchner, el hijo de la Presidenta, y a Nilda Garré, ex embajadora ante Venezuela y ahora acreditada ante la OEA, quienes negaron tener cuentas secretas en Estados Unidos y en las Islas Caimán.
Por un lado, es muy grave que esa revista denuncie a un gobierno o a determinados funcionarios, o a quien sea. Por otro lado, lo que publica no es palabra santa.
Es grave porque Veja, desde que nació sobre finales de la década de 1970, inspirada en la norteamericana Time, es la revista periodística más importante y de mayor tiraje en Brasil.
Tiene una posición política asumida: liberal de centroderecha. Pero ese posicionamiento no anuló su independencia periodística. Lo prueba el hecho de que el escándalo que derivó en la caída del presidente neoliberal Fernando Collor de Mello, comenzó en las páginas de Veja.
En esas páginas se originó también el escándalo llamado “Mensalao” (por «mensualidad», que se pagaba a diputados opositores), que sacudió al gobierno de Lula y provocó la renuncia y encarcelamiento de altísimas figuras del PT, entre las cuales figura nada menos que José Dirceu, ex jefe de Gabinete y ex mano derecha del carismático líder de la centroizquierda brasileña.
Por cierto, no faltaron publicaciones controversiales, como el artículo que denunció una sociedad secreta entre el PT, el chavismo y la guerrilla colombiana FARC, que incluía narcotráfico.
Pero lo importante es que Veja nunca inventa sus denuncias, sino que parte de revelaciones que le hacen figuras claves. El tembladeral que terminó derribando al ex presidente Collor de Mello, a principios de la década de 1990, comenzó cuando Pedro Collor, hermano del mandatario caído, reveló a periodistas de Veja el esquema de sobornos a grandes empresas que puso en marcha el tesorero de la campaña electoral, Paulo César Farías.
Y en el escándalo “Mensalao”, la revista partió de una grabación oculta que se le hizo al entonces titular del Correo, Mauricio Marinho, en la que brindó datos que permitieron escalar, primero, hasta el diputado Roberto Jefferson, y luego hasta el resto de los encumbrados miembros del oficialismo en tiempos de Lula.
En el caso de las revelaciones que involucran a Máximo Kirchner y Nilda Garré con millonarias cuentas en Estados Unidos, Luxemburgo y la República Islámica de Irán, se trata de lo que dijeron a la revista ex jerarcas del chavismo devenidos en disidentes exiliados.
Seguramente, Veja corroboró el peso que los “gargantas profundas” tuvieron en el gobierno de Hugo Chávez. Las denuncias no fueron inventadas por los periodistas de la revista. Pero esto no implica, necesariamente, que esas fuentes estén diciendo la verdad.
La posibilidad de que mientan tiene que ver con la CIA. No se puede descartar que, con el objetivo de vincular a Chávez con el fanático Mahmud Ahmadinejad, con el narcotráfico mexicano y con la guerrilla colombiana, la CIA haya estimulado a los disidentes para que hablen contra todo lo que constituyó y constituye la órbita chavista. Y en esa órbita se encuentra el Gobierno de Argentina.