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Por Claudio Fantini. En Irán, hay elecciones. El presidente, los alcaldes y los legisladores son elegidos por el voto popular. Pero eso no alcanza para que la República Islámica sea una democracia. Porque por sobre las autoridades elegidas, está la máxima autoridad del país, que es el ayatolá, Es una teocracia.
O sea que en la cúspide del poder en Irán está el líder religioso, que primero fue Ruholla Jomeini y después Alí Jamenei.
La otra limitación como democracia está en la existencia de un ente que depura las listas de aspirantes a gobernar o a las bancas del Majlis (Parlamento). El Consejo de Guardianes es el que dice quién puede y quién no puede ser candidato a lo que sea. Las listas llegan al Consejo con decenas de aspirantes a la presidencia y centenares a los otros cargos. La depuración deja apenas un puñado de candidatos aceptables para el establishment religioso.
La versión argentina del Consejo de Guardianes iraní está en una zona nebulosa en la que se juntan los grandes encuestadores y los grandes medios, kirchneristas y antikirchneristas.
Obviamente, la Argentina no es una teocracia con un poder religioso por sobre el poder elegido en las urnas. Tampoco existe constitucionalmente una entidad como el Consejo de Guardianes de la Revolución.
Sin embargo, habría que preguntarse si, en los hechos, no existe una malla que depura las listas de aspirantes a la Presidencia, dejando sólo a quienes esa instancia de poder de facto considera aceptables.
La versión argentina del Consejo de Guardianes iraní está en zona una nebulosa en la que se juntan los grandes encuestadores y los grandes medios, kirchneristas y antikirchneristas.
Allí, ocurre la depuración. Desde hace meses, las encuestas y los principales medios de ambas veredas, le vienen imponiendo a los argentinos sólo tres candidatos: Daniel Scioli, Mauricio Macri y Sergio Massa. Entre ellos, se dirimiría la Presidencia, por el hecho de que ese establishment que componen las consultoras y los medios, les dieron la inmensa ventaja de colocarlos en la pole position, mucho antes de iniciarse la campaña electoral.
Preguntas para tener en cuenta:
1. ¿Serían los candidatos con más chances si las empresas que miden la opinión pública y los medios que difunden esos datos no los hubieran encaramado en esas cumbres?
2. ¿Medirían de ese modo en los sondeos si no pagaran las inmensas cantidades de dinero que les pagan a las empresas que realizan las encuestas?
3. ¿No sería más equitativa la democracia, si la Justicia limitara y controlara a los encuestadores y a la difusión de sus sondeos?