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Por Claudio Fantini. De repente, las cámaras hicieron foco en Sergio Massa. En un santiamén había pasado del «muchachito heroico» de la película, que vencía a forajidos y salvaba la Constitución de la reelección eterna (octubre de 2013), a ser un sonámbulo político que deambula perdido en su ocaso estadístico.
De joven maravilla, que atraía dirigentes y sumaba apoyos, a suplicante mendigo de acuerdos que un Mauricio Macri, humillador y frío, le negó implacablemente.
Casi sin combustible mucho antes de la largada y con la pérdida acelerada de la pole position que las encuestas le habían otorgado, Massa decidió poner fin a su patética deriva. Pero lo hizo cometiendo un craso error. La falla de cálculo evidencia su negligencia y la poca visión del propio Macri y el séquito de gurúes del marketing devenidos en fallidos estrategas.
Rechazado por el PRO, el ex intendente de Tigre decidió retomar su candidatura presidencial. A esta altura, una postulación fallecida de muerte natural.
Descomunal equivocación que muestra que la inteligencia no es pasajera, mientras que la astucia puede ser efímera. Massa fue, en su momento, hábil y astuto, pero cuando tuvo que mostrar inteligencia no lo hizo.
La única jugada que tenía por hacer, para recuperar competitividad y capacidad para volver a estar en el eje de un armado opositor, era bajar a la candidatura para gobernador bonaerense.
Acusó de traidor y de topo sciolista a Francisco de Narváez, en lugar de ver que el ex dueño de Casa Tía le estaba haciendo un gran favor al bajarse de esa postulación en la que, según las encuestas, medía bien.
Si Massa se candidateaba para la gobernación de Buenos Aires, detendría el éxodo patético de intendentes que, como las ratas, abandonan el barco que se está hundiendo. Darles a los intendentes massistas la posibilidad cierta de que Massa gobierne la provincia, es mostrarles algo posible y apetecible, en lugar de ofrecerles una presidencia que se ha convertido en quimera inalcanzable.
Pero, fundamentalmente, como candidato a gobernador bonaerense, Massa recuperaría la competitividad perdida y podría lograr en las PASO muchos más votos que la candidata del PRO, Eugenia Vidal. Así, ante la posibilidad de conquistar la provincia electoralmente más valiosa, sería Macri quien le suplicaría un acuerdo para que el tigrense pida a su masa de seguidores bonaerenses que apoyen al opositor mejor posicionado para evitar que el kirchnerismo conserve el poder con un triunfo de Daniel Scioli.
Luego de lo que pasó, quedará una masa de votantes a la deriva y dispuestas a navegar hacia cualquier costa que puedan avistar. Cuando, si venciera al kirchnerismo y al macrismo en Buenos Aires, Massa podría conservar el mango de una sartén obligando al PRO a tener que suplicarle el acuerdo que, frío, negligente y humillante, acaba de negarle.
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