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Por Claudio Fantini. La destitución de Dilma Rousseff, ¿fue un golpe de Estado? La acusación de haber maquillado las cifras para ganar la reelección de 2014, traspone la legalidad, porque el juicio político sólo puede abordar la gestión en marcha y no una anterior. Pero las otras acusaciones, si bien descaradas porque apuntan a prácticas que han realizado todos los gobiernos, son válidas para un impeachment.
Ahora bien, que haya sido un proceso ajustado a la ley, no quiere decir que haya sido legítimo.
«La razón por la que buena parte de la sociedad y del empresariado dejó sola a Dilma Rousseff es que tuvo responsabilidad en la debacle económica y en el marco de esta crisis política se agotó totalmente su liderazgo«
La razón por la que buena parte de la sociedad y del empresariado dejó sola a Dilma Rousseff es que tuvo responsabilidad en la debacle económica y en el marco de esta crisis política se agotó totalmente su liderazgo. Por ende, ya no tenía músculo para revertir la caída de la producción y el consumo.
Pero la razón por la que la mayoría de los legisladores le bajaron el pulgar, es porque se negó a presionar a la Justicia para que detenga la ofensiva judicial contra la dirigencia política y empresaria salpicada por la corrupción en el caso conocido como “petrolao”.
Lo ocurrido fue un enchastre político, porque una legión de patanes decadentes y corruptos destituyeron a una mujer decente y de las pocas figuras políticas sin manchas de corrupción.
¿Implica esto que tiene razón el kirchnerismo cuando, comenzando por Cristina Kirchner, se coloca en la misma vereda de Dilma y dice que la destitución prueba que hay una embestida regional de la derecha y las oligarquías contra los liderazgos populares y progresistas?
Este pronunciamiento de Cristina y del kirchnerismo es una grotesca hipocresía. En definitiva, los partidos destituyeron a Rousseff porque se negó a interferir en la Justicia para frenar el “mani pulite” que encabeza esa versión brasileña del juez italiano Antonio Di Pietro, que es Sergio Moro, magistrado de Curitiba.
Los que le bajaron el pulgar a la primer presidenta mujer que tuvo Brasil, le exigían lo mismo que los máximos líderes del kirchnerismo le exigen a Mauricio Macri: que detenga la ofensiva de los jueces que están acorralando a Cristina Kirchner, a sus funcionarios más sospechados y a los presuntos socios o testaferros de lo que, a todas luces, parece un formidable enriquecimiento ilícito.
¿A qué otra cosa se refiere, por caso, Hebe de Bonafini cuando dice “Macri, para la mano?” A qué se refirió cuando brindó con Cristina “para que Macri nos tenga miedo”?
Todo parece indicar que el kirchnerismo amenaza con desestabilizar al Gobierno, generando caos y violencia, si Macri no hace precisamente lo que los corruptos partidos que destituyeron a Rousseff, le estaban exigiendo.