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Por Claudio Fantini. Horacio Rodríguez Larreta, jefe de Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires, lo vio venir y movió con su discurso fichas clave del tablero político.
Al intuir –acertadamente- que Alberto Fernández iría con los tapones de punta con la agenda de su vicepresidenta y contra la oposición, el jefe de Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires (CABA) destacó la necesidad de superar “el negocio de la grieta”, describiéndolo como algo alentado por dirigencias que lucran con el enfrentamiento entre argentinos, en un país divido por el odio político.
Un par de horas más tarde al mensaje de Rodríguez Larreta, Alberto Fernández iniciaba un largo discurso, en el cual hubo dos momentos de muy alto voltaje.
Primero, el anuncio de que judicializará el endeudamiento externo contraído por Mauricio Macri y, en segundo lugar, una serie de medidas en la Justicia que pueden ser funcionales a los planes de Cristina Kirchner para eludir eventuales condenas por corrupción.
Sobre el endeudamiento que contrajo Macri, hacer que sea investigado por la Justicia como presunto delito puede ser una cuestión debatible.
Pero el énfasis que puso Alberto Fernández a esa parte del discurso en la que llegó a vociferar, borró toda duda sobre la intención partidista. Apuntada a profundizar “la grieta” en lugar de superarla, como había prometido en la campaña electoral.
La deuda con los privados y con el FMI es una prueba del fracaso de Macri, pero lo que el Presidente no dice es que ese endeudamiento descomunal e inmanejable es una de las formas que adoptó la consecuencia del déficit fiscal que había dejado como herencia explosiva el segundo gobierno de Cristina Kirchner.
¿Es lógico judicializar la negligencia o la mala fe en el manejo de la consecuencia de la deuda, y no hacerlo en el origen de la causa?
En ese punto, de fuerte tono en su discurso, se vio claramente el negocio de “la grieta”. A renglón seguido, disparó iniciativas referidas a la Justicia que parecen responder al pie de la letra a la agenda de urgencias de la vicepresidenta.
¿Entenderá el grueso de la dirigencia opositora lo conveniente de dejar a Macri en su pelea con Cristina Kirchner y Alberto Fernández en el fondo de la grieta?
Mientras, busca el acceso a una etapa política superadora con dirigentes que procuren dejar atrás la división y el odio político. ¿Es posible? ¿Dará rédito político o prevalecerá «el negocio» de la grieta?