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Por Claudio Fantini. Mientras millones de personas demostraban que pueden movilizarse sin que les paguen ni los carguen en ómnibus para llevarlos a una concentración, la política argentina mostraba los costados miserables. El presidente Alberto Fernández y algunos de sus ministros hicieron esfuerzos para torcer una decisión de los campeones del mundo y llevarlos a saludar desde el balcón de la Casa Rosada. Quiénes más denostaron con sus actitudes a la política.
Alberto Fernández fracasó en alcanzar esa meta. Fracasaron los ministros, como Wado De Pedro, quien concurrió al Aeroparque a recibirlos para arrebatarle un abrazo y una foto a la máxima figura del fútbol mundial.
Lo atajó el “Chiqui” Tapia, quien los apartó del camino de los campeones.
El Presidente tuvo la posibilidad de hacer una propuesta lógica, original y desinteresada: que los jugadores saludaran desde los balcones del Cabildo.
Pero no se le ocurrió proponer el Cabildo como punto de encuentro entre los campeones y la multitud. A ninguno se le ocurre nada de lo que no pueda lograr algún rédito político.
Cristina Kirchner también tuvo una intervención lamentable. Lo que más rescató de lo hecho por Messi en Qatar fue que le dijera “qué mirás bobo, andá pa’ allá”, a un holandés.
¿Esa es la transgresión que la vicepresidenta considera enaltecedora?
En rigor, a la hora de valorar transgresiones, Cristina Kirchner debió señalar la que no hicieron los jugadores argentinos en Qatar: un gesto de repudio de la criminal represión del régimen iraní; las ejecuciones de manifestantes y la condena a muerte de un futbolista por participar en las protestas.
Puesta a reivindicar transgresiones, Cristina Kirchner debió reivindicar lo que no se hizo, pero sólo hizo algo superficial, porque le sonó maradoniano.
Ni la Selección Argentina, ni la de Francia ni las otras que estaban aún en Qatar el 13 de diciembre, cuando se conoció la condena a muerte del joven futbolista iraní, dijeron nada ni hicieron algún gesto acordado.
Ellos eran los protagonistas de esos días. Qatar era el escenario más observado del mundo. El poder que hubiera tenido un gesto de esas selecciones hubiera sido inmenso.
De los funcionarios de la FIFA, incluido Mauricio Macri, no podía esperarse nada.
El régimen del emir Tamim al Thani tiene buenas relaciones con el régimen de los ayatollas y, por mantenerlas, hasta soportó un bloqueo de Arabia Saudita, Bahrein, Emiratos Árabes Unidos y Egipto.
El Gobierno argentino debió reclamar que se detengan las ejecuciones en Irán.
Pero no sumó su voz al clamor internacional por el futbolista iraní. Y después se concentró en lo que los jugadores le impidieron hacer: sacar provecho de los campeones para la política partidaria.