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Por Claudio Fantini. Luis Arce habría logrado conjurar el levantamiento del general Juan José Zúñiga. Parecía lo suficientemente debilitado por la crisis económica y por la “grieta” que dividió a la izquierda entre él y Evo Morales. Sin embargo, el actual y el anterior presidente dejaron momentáneamente de lado su feroz enfrentamiento para convocar a movilizarse contra los militares que se rebelaron contra el orden constitucional en Bolivia.
A eso se sumó el gesto de mandatario, cuando salió de su despacho en el nuevo edificio presidencial y se encaminó al Palacio del Quemado, para enfrentar cara a cara al general sublevado.
Momentos más tarde, Luis Arce parecía tener la situación bajo control, aunque puede haber réplicas de este sismo.
Las interpretaciones sobre lo ocurrido son muchas y se irán agregando más con el correr de las horas.
En un principio, es posible pensar que los jefes militares, aprovechando el duro enfrentamiento entre Arce y Evo Morales, generaba el escenario propicio para un golpe de Estado que traslade el poder a los cuarteles, como sucedió en varias ocasiones en Bolivia.
También es posible sospechar que detrás de los militares sublevados podía estar Evo Morales, intentando derrocar a su ex ministro de Economía y actual archienemigo político.
Pero al quedar claro que al frente de la rebelión estaba el general Zúñiga, también se transparentaba que el golpe no era de Evo contra Arce, sino que podía ser al revés.
Zúñiga parecía consustanciado con la lealtad al presidente. Por eso, otra hipótesis posible, señala que fue Arce el que lanzó al ahora destituido general contra Evo Morales, quizá con la intención de un autogolpe, como el de Fujimori en 1992.
Zúñiga es un desbocado enemigo y cuestionador público del líder cocalero. ¿Actuó por indicación de Arce?
Ese golpe permitiría cerrar el Congreso de Bolivia, en el que el bloque del MAS -leal al ex presidente- bloquea todas las iniciativas del actual mandatario y obstruye permanentemente la acción gubernamental.
Esa hipótesis quedó desmentida por la posición que rápidamente asumió Arce, al calificar como una acción golpista a la de los militares que ingresaron armados al Palacio del Quemado.
Otra hipótesis se desprende de lo que dijo Arce durante su última visita a Rusia, cuando dijo que la OTAN está actuando en Latinoamérica.
Esta afirmación pone indirectamente pone a la alianza atlántica bajo sospecha de acciones desestabilizadoras contra los gobiernos antinorteamericanos y prorusos, como el de Bolivia.
Arce, durante su última visita a Rusia, dijo que la OTAN está actuando en Latinoamérica.
No obstante, el jefe militar, en días anteriores, había formulado declaraciones absolutamente incompatibles con su cargo.
Esas expresiones contra Evo Morales transgredían los límites de la institucionalidad.
Probablemente, apostaba a que Arce lo premiara por atacar a Morales, convirtiéndolo de hecho en el número dos de la estructura de poder.
Durante la rebelión, defendió la Presidencia de Arce y sostuvo que debían ser liberados los “presos políticos”, empezando por la ex presidenta Jeanine Áñez y el líder de Santa Cruz de la Sierra, Luis Camacho.
Aunque esos dos y otros muchos encarcelamientos sean sumamente polémicos, esas declaraciones -en boca de un militar- constituían, en sí mismas, un acto golpista.
La buena noticia sería que, en lugar de aprovechar el caos para intentar destruir al rival partidario, Arce y Evo Morales asumieron la misma posición: denunciar la rebelión como acto golpista y convocar a la sociedad a manifestarse en defensa de la democracia.