Por Juan Turello. Por momentos, Argentina suele estar aislada del resto del mundo en...
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Por Claudio Fantini. Sea cual fuere su decisión ante el caso sirio, Barack Obama será cuestionado. Si interviene, muchos criticarán a EE.UU. por su belicismo imperial; pero si no interviene, en un país donde se están cometiendo masacres, muchos lo acusarán de insensibilidad.
Insensibilidad ante el exterminio y de no actuar allí donde no están en juego sus intereses.
Para sorpresa del mundo, está dándose una tercera opción que, teóricamente, hace a Obama casi exclusivamente merecedor de elogios. Al fin de cuentas, no le hizo falta llegar a la acción militar que impulsaba contra el régimen sirio por la masacre cometida con gas sarín, porque Vladimir Putin cambio abruptamente de posición y exhortó a Bashar al Assad a entregar su arsenal químico.
Sin embargo, ante este nuevo escenario, notablemente más esperanzador y menos dramático que el anterior, tanto dentro de su país como en el resto del mundo, fueron muchas más las críticas que los reconocimientos al presidente norteamericano.
Para buena parte de la prensa y la dirigencia mundial, fue Putin con su oportuna mediación entre Washington y Damasco quien logró evitar la catástrofe bélica que provocaría el militarismo de Obama. Muchos otros consideraron que el jefe del Kremlin hizo una magistral jugada que puso en jaque al dubitativo mandatario estadounidense. Los análisis que transitaron por este andarivel, coincidieron en acusarlo de debilitar la imagen de su país con sus dudas y dilemas.
Es curioso que aun habiendo logrado lo que se había propuesto sin disparar un solo misil , el jefe de la Casa Blanca esté siendo cuestionado por el giro de la situación siria. También es curioso que en la vereda de los críticos coincidan las izquierdas latinoamericanas con el Tea Party y la ultraderecha del Partido Republicano.
Vladimir Putin ha seguido vendiendo armamento al régimen, aun cuando ya estaba claro que perpetraba masacres bombardeando indiscriminadamente pueblos y ciudades bajo control rebelde.
El jefe del Kremlin apañó al ejército sirio a pesar de la evidencia sobre sus crímenes de lesa humanidad. Y mantuvo esa cerrada defensa que equivale a un cheque en blanco, hasta que Obama puso el dedo en el gatillo y demostró que estaba decidido a abrir fuego.
Las claves de Putin
■ Siria. Putin dio un giro copernicano para evitar que se repitiera en Siria la humillación que Rusia sufrió en los Balcanes durante la década de 1990.
■ Serbia. En 1995, el entonces presidente Boris Yeltsin había advertido a Bill Clinton que Rusia entraría en acción si la OTAN bombardeaba al ejército serbobosnio que había perpetrado la masacre de Srbrenica y sitiaba criminalmente Sarajevo en su limpieza étnica contra los musulmanes de Bosnia. Pero no movió un dedo cuando la fuerza comandada por el general Leighton Smith llevó a cabo el ataque que diezmó las milicias serbo-bosnias.
■ Kosovo. Lo mismo pasó tres años más tarde, cuando el propio Putin amenazó a Clinton con la intervención de Rusia si la OTAN atacaba desde el Mar Adriático al ejército yugoslavo y a Serbia para detener la deportación en masa de los albaneses de Kosovo. Clinton ordenó el ataque que, además de mucha muerte y destrucción en Serbia, causó la caída del régimen de Slobodan Milosevic y la independencia de Kosovo.
Si el presidente ruso pasó abruptamente de proteger al régimen sirio a instarlo a entregar su arsenal químico fue para evitar que el mundo viera nuevamente a Rusia guardando en silencio sus amenazas y advertencias, como hizo en el escenario yugoslavo. Sin embargo, Putin recibió más elogios que Obama, el presidente que logró abrir una expectativa positiva sin disparar un solo misil. ●
Notas relacionadas:
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