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Por Claudio Fantini. No importa quién terminará ganando está pulseada política. Que el presidente Alberto Fernández y el jefe del Gobierno porteño, Horacio Rodríguez Larreta, estén librando una batalla sobre el dramático escenario de la pandemia del Covid-19, es una derrota de la política y de la racionalidad.
Alberto Fernández cometió el error de abandonar el tablero del diálogo permanente con Horacio Rodríguez Larreta y los demás gobernadores.
A renglón seguido, Horacio Rodríguez Larreta cometió el error de responder con máxima beligerancia en lugar de plantear la restauración inmediata del diálogo para consensuar las políticas para contener la pandemia.
Presionado por el kirchnerismo, el presidente marchó a contramano de su propia posición al comenzar la pandemia. Pero, el jefe del Gobierno porteño respondió como si toda la verdad sobre los contagios estuviera de su lado. Y no es así.
Mientras los máximos exponentes de la dirigencia intentan politizar la ciencia, muchos científicos comprenden la gravedad de esos intentos y algunos encuentran las palabras para explicarlo.
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Un ejemplo es el director y profesor de la Escuela de Educación de la Universidad de San Andrés, Axel Rivas.
Para este prestigioso especialista en educación, muchos datos objetivos sobre la escalada de contagios dan sustentabilidad a la decisión de cerrar las escuelas.
Mientras, muchos estudios demuestran “el impacto negativo en trastornos psicológicos y aprendizajes”, entre otros aspectos.
Axel Rivas explicó que “la ciencia, los consensos y la unidad salvan vidas” porque “la evidencia no es una verdad absoluta”.
Desde la razonabilidad que la política no encuentra, Rivas explica que los imprescindibles consensos “no se logran desde posiciones radicales”, porque “sólo la complejidad nos ayuda a salir de las crisis; no la grieta”.
Pero en el griterío ensordecedor de la política argentina, las voces que se imponen son las que se embanderan totalmente detrás de una y otra posición, denostando y demonizando a la contraria.
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Argentina de estos días es un país partido en bloques que necesitan creerse dueños absolutos de la razón. La irrupción de la amenaza sanitaria imponía la sensatez. Pero también frente a la pandemia, esos bloques plantean que la verdad es una, indivisible y enteramente situada en sus respectivos lados.
En las dos veredas hay estadísticas y afirmaciones científicas que les dan la razón. Pero lo único evidente en la Argentina enferma, es la mediocridad y la irresponsabilidad de su clase dirigente.
El imperativo que le impone la pandemia al Gobierno y a la oposición es actuar con la máxima responsabilidad.
Y la única forma de enfrentar responsablemente una amenaza sanitaria de semejante envergadura es deponer ambiciones políticas; cesar todo tipo de belicosidad; crear un consejo de científicos independiente y conformar un espacio de consulta permanente entre Gobierno y oposición.
El hecho de que la lucha contra el virus implique recortar libertades individuales y reducir actividades económicas, le impone al Gobierno dialogar permanentemente para que todas sus acciones, además de rigurosamente orientadas por el consejo científico, estén fortalecidas por el consenso.
El choque entre el gobierno nacional y el de CABA marca el fracaso de la política para luchar contra la pandemia en Argentina.