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Por Claudio Fantini. Marina Silva acaricia la posibilidad de sacudir el tablero político sudamericano, arrebatándole la reelección a Dilma Rousseff. En la Argentina, muchos se preguntan qué implicaría eso para la relación con el principal socio comercial y político de nuestro país.
Si bien la líder ambientalista es la sorpresa del momento porque escaló vertiginosamente en las encuestas desde la muerte de su compañero de fórmula, el socialista Eduardo Campos, corresponde aclarar que aún no está dicha la última palabra.
Viejos fuegos. Marina Silva fue ministra de Ambiente de Lula. Luego renunció al gabinete y al PT | Foto: Perfil.
Si Aecio Neves depusiera su candidatura, frustrado por haber perdido el segundo puesto en todos los sondeos, entonces la masa de votos del PSDB emigraría principalmente hacia la ex ministra de Medio Ambiente, asegurándole la victoria incluso en la primera vuelta de las elecciones del 5 de octubre próximo.
Pero si en lugar de esta alternativa, lo que ocurre es la entrada en campaña de Fernando Henrique Cardoso para reforzar a Neves y la aparición de Lula para reforzar a Dilma, Marina Silva podría pasar sin escalas de acariciar el triunfo a la derrota.
Ahora bien, si llegara a la presidencia la desafiante opositora, lo que cambiaría para la Argentina es que Brasil le tendría aún menos paciencia al gobierno de Cristina Kirchner.
De hecho, en su campaña, Silva ya usó como munición gruesa contra la actual presidenta y su mentor, Lula da Silva, acusándolos de someterse a los caprichos de la mandataria argentina y de no ejercer sobre el gobierno kirchnerista la precisión que Brasil podría ejercer para que levante las medidas proteccionistas que afectan la relación bilateral, la economía brasileña y la salud del Mercosur.
❝Marina Silva podría ser más permeable al empresariado brasileño, que critica las prácticas proteccionistas del gobierno de Cristina Kirchner❞.
De tal modo, en sus últimos meses de mandato, Cristina Kirchner podría encontrar una complicación más si Marina Silva diera el batacazo en las urnas. De todos modos, no significa eso que con Dilma haya tenido precisamente una luna de miel. La actual presidenta del Brasil tuvo mucha menos paciencia que Lula para las relaciones con los gobiernos menos predecibles de la región, que los de Venezuela y la Argentina.
Por contrapartida, Lula había mostrado una paciencia excepcional. Una de las características del líder del PT es su perfil de conciliador que sabe cuándo efectuar concesiones para salvar relaciones, y sabe cuándo disentir y discutir sin que las diferencias se hagan públicas.
En cambio, Dilma fue mucho menos dócil y conciliadora desde un primer momento. De ser vencida por Marina Silva, el cambio en la relación bilateral no sería sustancial. Salvo que la candidata opositora sea más permeable a las demandas del empresariado brasileño. En ese ámbito es en el cual más urticante resultan las trabas proteccionistas de Cristina Kirchner.■