Por Claudio Fantini. En 2024, Argentina será uno de los países más observados del mundo. El éxito o el fracaso de las radicales reformas que impulsa el primer presidente libertario del orbe, Javier Milei, tendrán una influencia grande más allá de la región.
Otros interrogantes nacen en Sudamérica para el año bisiesto:
Veamos.
Si Javier Milei logra transformar a la economía y a la sociedad, generando resultados positivos y duraderos, su modelo se irradiará en Latinoamérica y será tendencia en otras partes del mundo.
Por el contrario, si el impacto de su durísimo ajuste provoca –en el corto plazo– olas de protestas y predispone a una mayoría social en contra de su Gobierno, el efecto será negativo. Este escenario podría reactivar al peronismo e, incluso, “resucitar” al kirchnerismo.
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La mirada se centrará también en Bolivia, donde 2023 terminó con una mala noticia para Evo Morales: el Tribunal Constitucional lo inhabilitó para ser candidato a presidente en 2025, porque nadie puede superar los dos mandatos en ese país.
En los próximos meses, se verá a quién señala, como candidato, el dedo del líder izquierdista. Esa persona recibirá de Evo Morales la misión de atacar y debilitar al actual presidente, Luis Arce Catacora, al que logró hacer echar del MAS.
Por supuesto, el “mandato” incluirá también vencer al candidato derechista de la oposición en la elección presidencial.
Si Morales no llegara a gobernar detrás del trono, porque su ex aliado y actual enemigo, el presidente Arce, es reelegido, o bien porque la derecha se une y logra triunfar en 2025, posiblemente impulse un proyecto separatista para que Chapare, su feudo y el corazón de la producción cocalera, pueda quedar exclusivamente bajo su liderazgo.
En Chile, Gabriel Boric ha intentado un giro moderado hacia reformas favorables a las clases populares.
Sin embargo, el fallido proceso constituyente y las trabas de una derecha ultraconservadora en el Congreso, lo han debilitado en tiempo récord.
Si bien los chilenos habían votado masivamente a favor de cambiar la Constitución heredada de la dictadura de Pinochet de 1980, hasta ahora no se pudo concretar.
La pregunta para 2024 es si Boric podrá recrear su gobierno o si seguirá debilitándose en el resto del mandato.
El gran interrogante en Ecuador es si su nueva estrella política, Daniel Noboa, podrá aprovechar la brevísima presidencia que obtuvo en las urnas para completar el mandato de Guillermo Lasso, y posicionarse fuertemente para ganar la próxima elección, o si su paso por el poder se reducirá a este año y medio que ganó con el voto de los ecuatorianos.
La inteligencia que ha mostrado desde el debate con la candidata del correismo, Luisa González, señala que puede lograrlo.
No obstante, el inmediato distanciamiento de su vicepresidenta, la conservadora Verónica Abad, genera algunas dudas. Es, en definitiva, una señal de continuidad de la patológica crisis política que vive Ecuador en todos los niveles.
Pero el mayor interés en 2024 se concentrará en Venezuela, donde deben realizarse las elecciones que, según los acuerdos de Barbados, deben ser transparentes y sin proscripciones.
El régimen que encabeza Nicolás Maduro mantiene la inhabilitación sobre María Corina Machado, quien según todas las encuestas lo derrotaría en elecciones libres, a él y a cualquier otra figura del chavismo.
El régimen sabe que las sanciones económicas volverán a aplicarse si se mantiene proscripta a Machado, por eso, el interrogante que sopla sobre Venezuela es si el chavismo está dispuesto a dejar el poder si pierde la elección en el caso de que la oposición acuerde (y posiblemente lo hará) conceder una amnistía para todos los crímenes y delitos que ha cometido.
El otro tema que pone a Venezuela bajo la lupa del mundo en el 2024, es la cuestión Esequibo.
El diferendo se convirtió en la carta de Maduro para revertir su impopularidad y la del calamitoso régimen que encabeza.
Es difícil descartar que, en última instancia, genere un conflicto con la pequeña República Cooperativa de Guyana, confirmando lo que señaló el literato inglés del siglo 18 Samuel Johnson: “El patriotismo es el último refugio del canalla”.