Por Juan Turello. Por momentos, Argentina suele estar aislada del resto del mundo en...
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Por Juan Turello. Los temas parecen recurrentes en Argentina, en un debate que no termina de saldarse sobre cuestiones centrales. Algo así como que están tocando viejas canciones. En ese desacuerdo permanente está la relación con el Fondo Monetario Internacional (FMI) y cuál debe ser la conversión entre el peso y el dólar con una inflación imparable, señala mi nota en La Voz.
Cristina Kirchner, quien en cada acto aparece como opositora a Alberto Fernández, insiste en desconocer el acuerdo con el Fondo, sin exponer las graves consecuencias de esa receta.
El rechazo de Cristina Kirchner al FMI se traslada a la nueva alianza de su creación (Unión por la Patria), que reemplaza al fracasado Frente de Todos, que también prohijó.
La plataforma electoral sostiene la necesidad de “recuperar la soberanía política” frente a los “condicionamientos” del FMI.
Sergio Massa parece entonar otra canción. Sus gestos hacia el Fondo revelan la intención de cerrar una quinta revisión del acuerdo original que firmó Martín Guzmán.
El exministro asesora a Daniel Scioli, opositor de Massa.
¿Quiere o no el Gobierno un acuerdo con el FMI, a contramano de la postura de la vicepresidenta?
Las señales sugieren que sí, a cambio de recibir dólares que se puedan usar en el mercado doméstico, para evitar una devaluación, que aceleraría la escalada de precios.
Un dato adicional que no incluye Cristina Kirchner en sus críticas tribuneras a la oposición: Alberto Fernández incrementó en 74 mil millones de dólares la deuda pública.
Las obligaciones superan en 1,7 veces a las asumidas por Mauricio Macri.
La vicepresidenta no quiere que el FMI audite las cuentas; que exija gastar sólo lo que ingresa y evitar la emisión, que permite alentar el “Estado clientelar” que ella y los gobernadores feudales han creado en los últimos 20 años.
La sangría de dólares del Banco Central no se detiene: ya entregó unos 160 millones este mes; las ventas en el año se acercan a 2.400 millones.
“¿Dónde hay un dólar, viejo Gómez”, podría ser la versión remixada de la vieja canción que entonaba Tita Merello.
Corolario: la Argentina no puede avanzar hacia la dolarización porque no tiene las reservas necesarias para reemplazar los pesos en circulación por dólares.
Massa se autopercibe como candidato único de Unidos por la Patria. Las exigencias impuestas a Scioli y a Victoria Tolosa Paz son casi imposibles de cumplir.
El secretario de Comercio, Matías Tombolini, del espacio político de Massa, le pidió a las grandes empresas que reduzcan los aumentos de sus productos “hasta el 14 de agosto”.
Las elecciones primarias se realizarán un día antes, el 13 de agosto.
La estrategia para contener una inflación, que ya supera el 114% interanual, es fijar los Precios Justos; aplicar multas supuestamente “correctivas” y esperar que el dólar no se dispare.
Pero no todos están dispuestos a recitar esa vieja letra, que habla más de fracasos que de éxitos.
Sin embargo, el Gobierno tiene otro as bajo la manga: que las importaciones se realizan al valor de otro dólar que no sea el oficial, con lo cual serán más caras e impactarán en la inflación.
Entre el 75% y 85% de lo que ensambla la industria nacional es importado.
Algunos botones de muestra: el 60% de la inversión de 54 millones de dólares que anunciaron AGD y Bunge en Promaíz, localizado en Alejandro Roca, será con materiales provenientes de China.
La integración de los utilitarios que Toyota ensamblará en Zárate (Buenos Aires) será del 10% al 20%. La inversión para la nueva nave es de 50 millones de dólares.
La advertencia de los organismos internacionales sigue siendo válida: “No hay un ancla formal contra la suba de precios”.
En los países más desarrollados el principal objetivo es combatir la inflación, porque los desajustes de precios conducen a una crisis social y política irreversible.
En Argentina todavía suenan viejas canciones, algo así como recetas desusadas.