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Por Claudio Fantini. Los contagios en Córdoba llevan muchos días de crecimiento exponencial. Pasaron de un dígito a tres dígitos en un santiamén. Y de merodear el centenar por encima y por debajo, a traspasar los 200 casos diarios. ¿Qué está pasando, qué se puede corregir? La situación es lo suficientemente grave como para preguntarse sobre el silencio de las autoridades.
Las apariciones en público del presidente siempre se habían focalizado en Buenos Aires. Como si Alberto Fernández fuera sólo el presidente del Área Metropolitana de Buenos Aires (AMBA). Siempre flanqueado por el gobernador bonaerense, Axel Kicillof, y por el jefe de Gobierno porteño, Horacio Rodríguez Larreta, como si ese territorio fuera todo el país.
Por cierto, la explicación estaba en que el AMBA concentraba la mayor cantidad de casos, muy por encima del resto del país. No obstante, un presidente lo es de todo un país, pero éste parecía ser el jefe de un trío y no de la totalidad.
Los gobiernos provinciales no llenaron bien el vacío de un presidente preocupado sólo por el AMBA. Y ahora la ola parece haber llegado a Córdoba.
El Gobierno de Córdoba y el COE pueden estar actuando bien. Pero en una pandemia, la comunicación, la información y la concientización son cuestiones esenciales.
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En esa área, la actuación es deficiente. A nivel nacional no hubo campañas adecuadas de difusión para concientizar y para enseñar cómo se debe actuar para aminorar la marcha.
Basta recorrer las calles cordobesas para ver que es inmenso el porcentaje de personas que actúa como si no estuviera ocurriendo una pandemia. Como si fueran muy pocos los que entienden que si se contagian, contagiarán, convirtiéndose en el Big Bang de una cadena en la que habrá muertos, incrementará los daños a la economía y multiplicará las angustias.
Por un lado está el cansancio de la sociedad. Las cuarentenas se agotan en el ánimo de la gente. Pero la salida correcta de la cuarentena no es el regreso a una normalidad precoronavirus. Esa normalidad es peligrosa.
El mal uso del barbijo y los amontonamientos están impidiendo el distanciamiento social indispensable. Por todos lados se observa gente que rompe el distanciamiento social. Y el cansancio no es una justificación cuando lo que ocasiona esa ruptura, es muerte.
Los gobiernos nacional y de las provincias fueron pésimos en la concientización. Pésimos en la explicación de cómo actuar para no ser agentes de la muerte de otros, o de nuestra propia muerte.
El cansancio de la sociedad es un problema objetivo que se verifica en el mundo entero. Ante ese problema, quienes comandan la lucha contra la pandemia por sus responsabilidades públicas debieran elaborar estrategias.
Las autoridades en Córdoba actúan de la misma manera con 100 contagios diarios o con 200 contagios diarios, como actuaban cuando los contagios diarios eran mínimos.
Hay mucha irresponsabilidad e indolencia en la sociedad, mientras que hay mucha incapacidad para informar sobre las consecuencias y para generar conciencia desde los puestos de responsabilidad.
Las peores actitudes de los liderazgos.
Cristina Kirchner está abocada a los cambios en la Justicia que necesita para solucionar su montaña de problemas judiciales. La vicepresidenta defiende su riqueza poniendo en el centro de la actividad gubernamental y legislativa una reforma judicial, cuando el drama es la escalada de la pandemia y el derrumbe de la economía.
Mauricio Macri bate récords de negligencia al mostrarse paseando en la Costa Azul y descansando en hoteles de lujo. El ex presidente muestra frívolamente su vida de rico paseando por Europa cuando la pobreza infantil supera el 60% y el país vive la peor caída de su economía, con las correspondientes secuelas de desempleo y de tragedia social.
El resto de la clase dirigente, en términos generales, está fallando pavorosamente en la forma de informar y concientizar a una sociedad, en la que demasiada gente decidió ignorar el distanciamiento social, aunque eso signifique matar a otras personas.