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Por Claudio Fantini. “Todo tiene que ver con todo”, suele decir Cristina Kirchner. Y es verdad, sólo que en otro sentido. El viaje a Rusia no ser más que parte de una comprensible búsqueda de diversificar las relaciones; encontrar nuevos mercados e inversores para la Argentina. Pero es mucho más que eso.
La actividad presidencial en Rusia (la firma de un acuerdo con Vladimir Putin para la construcción de una sexta central nuclear, financiada con capitales rusos) es una señal más del rasgo fundamental de su segundo mandato: el desplazamiento del eje geopolítico.
En el marco de ese corrimiento se explican muchos acontecimientos de los últimos años: desde el acuerdo con Irán por el caso AMIA, que incluye la muerte del fiscal Alejandro Nisman, hasta las tensiones con Gran Bretaña por la militarización de las islas Malvinas y el incremento del espionaje británico en la Argentina.
Rusia tiene el modelo político y económico al que aspira e intenta construir el kirchnerismo
Rusia tiene el modelo político y económico al que aspira e intenta construir el kirchnerismo. Una rotación presidencial que siempre deja el poder en las manos de un único dueño, Vladimir Putin, y un capitalismo con más Estado que mercado, en el que la prosperidad sólo es posible con la bendición del líder y jamás con su enemistad.
No existe un eje Moscú-Beijing, pero existe la voluntad compartida de crear un espacio geoestratégico que contrapese y supere en influencia global al eje político-económico-militar del Atlántico Norte.
Uno de los puntos comunes entre Rusia y China es Irán. Pero el acercamiento a la teocracia persa que impulsó Cristina Kirchner no lo impusieron Moscú y Beijing, sino el influyente aliado que Irán tuvo en Latinoamérica: Hugo Chávez. En rigor, la alianza fue más entre Chávez y Mahmud Ahmadinejad que entre Venezuela e Irán. Y fue el exuberante líder caribeño quien condujo al Gobierno argentino hacia un acuerdo que no estaba relacionado con el esclarecimiento de la masacre en la AMIA, sino a sumar a la Argentina al plan de Chávez y Ahmadinejad.
La caída en desgracia de Ahmadinejad por el estropicio político, social y económico que produjo su tan fanática como inoperante conducción, explica que Irán haya abandonado, entre otros planes, el acercamiento con la Argentina mediante el acuerdo por el caso AMIA.
Pero el desplazamiento del eje geopolítico continuó su marcha inexorable. En ese marco, se da el endeudamiento con China y la concesión de un territorio en Neuquén para la instalación de una base espacial china en la que habrá presencia militar y regirán las leyes de la potencia asiática.
Por eso, es posible que la militarización de Malvinas que rebeló Michael Follon, el secretario de Defensa del gobierno de David Cameron, más que una decisión tomada en Londres sea una decisión tomada en Bruselas, donde está la sede de la OTAN.
Más probable que una preocupación británica por un supuesto plan argentino de recuperar militarmente las islas, es que a la OTAN le preocupe el posicionamiento chino en la Patagonia, y que busque controlarlo y equilibrarlo desde Malvinas.
Todo tiene que ver con todo, como dice la Presidenta.
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