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Por Claudio Fantini. Silvina Batakis dijo lo que los mercados querían escuchar. Aunque faltaron precisiones y el anuncio de medidas concretas, la consideración que hizo sobre el déficit fiscal y sobre el gasto público ahuyentó temores de que la flamante ministra de Economía se dispusiera a ejecutar los designios populistas que impulsan Cristina Kirchner y La Cámpora
Pero si la primera reacción de los mercados no fue del todo positiva (cayeron los bonos y las acciones) ante una señal tranquilizadora, es posible que se deba a una inquietante pregunta: ¿qué hará Cristina Kirchner frente a una política económica que en lo esencial no difiere de lo que hacía Martín Guzmán?
Para los parámetros de radicalización kirchnerista que maneja la vicepresidenta, lo expuesto por Batakis se encuadra en lo inaceptable.
Lo que expuso Batakis sobre el déficit y los gastos del Estado no encaja en los enfoques ideológicos que Cristina Kirchner aplica para explicar problemas como la inflación.
Si la primera aparición oficial de Silvina Batakis describió un trayecto económico distinto al que propone la vicepresidenta, es posible esperar que ella, el Instituto Patria y La Cámpora vuelvan a poner al Ministerio de Economía bajo un intenso y desgastante bombardeo.
¿Se ensañará la cúpula kirchnerista con Batakis con la misma intensidad y desprecio con que se ensañó con Martín Guzmán?
¿Seguirá Cristina Kirchner en su versión ninja, golpeando sin piedad a un Presidente que lleva tiempo tambaleándose entre las cuerdas?
¿Podrá Batakis mantener el rumbo anunciado si la figura más poderosa del oficialismo la presiona para que gire en la dirección del populismo insustentable que le reclamaba a Guzmán?
Es difícil imaginar que la vicepresidenta aceptará ahora la visión económica que tanto atacó.
Es difícil imaginarla admitiendo que sus asesores en el Instituto Patria y en La Cámpora expresan visiones ideologizadas que no sirven para generar crecimiento económico sustentable.
Y también es difícil imaginarla admitiendo estar equivocada. No parece estar en condiciones de entender lo que significan sus posiciones y sus acciones.
Como dijo Martín Lousteau, o no entiende o disocia.
Aterra ver a la vicepresidenta disociando la renuncia de Guzmán del impiadoso bombardeo que descargaron sobre él para que dejara su lugar en el gabinete.
Transmite desequilibrio a la sociedad que una figura de tanto peso en el gobierno acuse de desestabilizador por renunciar a la persona cuya renuncia llevaba tiempo reclamando.
Por eso resulta inquietante la espera de la reacción de Cristina Kirchner. Nada se puede descartar. Ni que elogie y respalde a la nueva ministra, ni que ordene retomar la irresponsable y devastadora ofensiva contra la política económica de Alberto Fernández.