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Por Claudio Fantini. Las desmesuras y arbitrariedades de la gestión anterior no habilitan al gobierno de Mauricio Macri a cometer sus propias desmesuras y arbitrariedades. El abolicionismo de Eugenio Zaffaroni, muy sólido y útil en la Filosofía del Derecho, generó una parálisis policial, que potenció la violencia delincuencial. De esa parálisis es indispensable salir, pero no para volver al “gatillo fácil”. Sucede lo mismo con las escuchas a Cristina Kirchner.
Que un policía tome la iniciativa de perseguir a un asaltante que acababa de acuchillar a una persona desarmada, y que ese asaltante no se detenga a la voz de alto, no quiere decir que el acto de disparar para cortar su fuga, haya sido lo correcto.
Y un presidente que respete el Estado de Derecho y la división de poderes, no puede pronunciarse instando en tal o cual sentido a la Justicia, antes de que una investigación del suceso deje en claro lo ocurrido.
La forma de apoyar el turbio accionar del agente Chocobar al matar un delincuente, no fue el único derrape de Macri en estos días. Hubo otros acontecimientos que evidenciarían vicios oscuros del actual Gobierno.
La recurrente difusión de audios entre Cristina Kirchner y su ex funcionario Oscar Parrilli, es desagradable y expone un espíritu violento y cargado de desprecio. Pero no resulta ni lo más grave ni lo más revelador.
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El desprecio de Cristina por quienes la confrontan y la denuncian, era conocido desde que gobernaba su marido. Tampoco hay novedad en el desprecio al Partido Justicialista, ninguneado durante sus dos presidencias, al que ahora intentaría reagrupar como su salvoconducto.
Lo más grave no está en esos diálogos telefónicos plagados de vulgaridades. Lo más grave está en la recurrente difusión pública de grabaciones que no debieran salir de los despachos judiciales, desde donde fueron ordenados.
Cada filtración resulta oportuna para el gobierno de Macri. Cristina y el ex secretario general de la Presidencia se expresan con desprecio hacia el peronismo y hacia Sergio Massa, en momentos en que la ex presidenta intenta unir kirchnerismo y peronismo, sumando al ex intendente de Tigre.
La difusión de esa vieja grabación no tiene otro objetivo que el de dinamitar el acercamiento en marcha dentro del PJ, al revelar la real actitud de Cristina.
Tanto el Código Procesal Penal como la Ley de Inteligencia Nacional permiten a los jueces interceptar comunicaciones. Lo que no permiten es la filtración de esos registros para que lleguen a la prensa y tengan difusión pública.
La legalidad del procedimiento judicial de interceptar comunicaciones privadas, no otorga legalidad a la filtración y publicación de esos registros.
¿Por qué, entonces, no se toman medidas para investigar y castigar a los miembros del aparato judicial que producen las filtraciones, y también para evitar que haya medios de comunicación que sigan dando difusión pública a lo que no debiera difundirse?
Cristina jamás ocultó su menosprecio por el partido creado por Perón. Tampoco ocultó ese viscoso desprecio por todo aquel que la contradijera, cuestionara su verticalismo personalista o la denunciara por corrupción.
Lo nuevo de esta nueva filtración no está en lo que dice la ex presidenta, sino en el blanco al que apunta. Ese blanco es el intento de reunificación del peronismo.
Muchas cosas se le pueden cuestionar a esta iniciativa que reúne a conspiradores y oportunistas. Lo que no se puede es jugar sucio contra ella. Y la filtración y difusión de escuchas telefónicas implican juego sucio, además de actos de dudosa legalidad.