Por Juan Turello. Por momentos, Argentina suele estar aislada del resto del mundo en...
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Por Juan Turello. Más allá de las lecturas partidarias internas, dos grandes fuerzas políticas han quedado en pie, con sus triunfos y sus derrotas. Ambas alianzas mantienen un profundo desacuerdo sobre el modelo económico que necesita la Argentina para sustraer de la pobreza a la mitad de su población; volver a crecer y plantear un futuro digno, señala mi nota en La Voz. El llamado de Sergio Massa, titular de la Cámara de Diputados de la Nación, y de ciertos actores de la política sobre la necesidad de alcanzar consensos básicos, exhibe ese pecado original. Veamos.
¿Sobre qué pueden acordar los peronistas del Frente de Todos y la alianza de Juntos por el Cambio?
Podrían acordar sobre el Presupuesto 2021, que no prevé pagos al Fondo Monetario Internacional (FMI), lo que implica suponer que habrá un acuerdo de la administración de Alberto Fernández y el organismo.
No todos están de acuerdo en el Gobierno con dar ese paso; algunos sectores internos proponen el default con el Fondo y con el Club de París.
El discurso tribunero dio sus frutos: 48,5% de la población considera que primero “hay que crecer” y después pagarle al FMI o directamente no pagar la deuda (4,6%), según la encuesta de Zuban Córdoba & Asociados en el país. En total, el 53,1% no quiere un acuerdo inmediato.
Pero el Presidente y sus seguidores debieran ser sinceros: no se puede crecer un mundo interrelacionado en lo financiero y en lo comercial si no se pagan las deudas. No habrá crédito externo ni interno para financiar el crecimiento.
La alternativa de acudir a la maquinita ya llevó la inflación al 52% en los últimos 12 meses. Los analistas prevén una cifra similar para 2022 -algunos estiman entre 60% y 70%- porque habrá que descongelar el dólar y el precio de los alimentos y de los medicamentos, y además habrá que actualizar el valor de los combustibles y las tarifas de servicios públicos.
El esquema elegido por el Gobierno alentó un consumo “prorricos”, al tiempo que los congelamientos golpean a almacenes, a autoservicios y a farmacias que no forman parte de las grandes cadenas.
El problema es la inflación como fenómeno macroeconómico, y no la maquinita remarcadora en las góndolas. La respuesta a este desafío genera desafíos sobre el modelo.
El de los fondos que se destinan a las jubilaciones es uno de los grandes problemas a resolver para ajustar el gasto del Estado.
El foco no debiera ser la discusión sobre la movilidad jubilatoria, que tanto desgaste generó para Mauricio Macri y para Alberto Fernández, sino los regímenes especiales y de privilegio. La doble jubilación de Cristina Kirchner es un buen botón de muestra.
El kirchnerismo es partidario del intervencionismo y de regular la actividad, convencido de que “la política debe ordenar la economía”, cuando ambos elementos se retroalimentan e interrelacionan.
El dirigismo ha quedado reducido a los países más pobres del mundo. El desarrollo de la tecnología, de la informática y de la conectividad están haciendo estragos sobre el orden económico y el empleo.
Sólo basta recordar que la creación de las criptomonedas está alterando los negocios y las regulaciones financieras en el mundo.
La red social que lidera Mark Zuckeberg está apostando al metaverso como el escenario del trabajo y de las relaciones para el mediano plazo.
¿Cómo controlar esos movimientos? Los mismos que festejan la radicación de una “granja” para minar monedas virtuales en el sur o en Río Cuarto, son los que intentan regular las operaciones con el dólar. Un contrasentido.
Argentina no tiene un consenso básico sobre su perfil industrial como sucede en Brasil, y a diferencia de Chile, de Paraguay y de Uruguay tampoco hay un acuerdo mínimo para su esquema de negocios.
Lo que debiera estar en discusión es alcanzar cinco o 10 consensos mínimos sobre el modelo económico, más allá de discutir las leyes de Presupuesto o la presidencia de la Cámara de Diputados para el próximo período.
Según la encuesta mencionada, el 71% está de acuerdo en buscar esos consensos para dejar atrás “la bronca y la desesperanza” que crecieron en los últimos años.