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Por Juan Turello. La política y la economía viven tiempos de definiciones. Con las últimas definiciones, se terminaron de perfilar los proyectos en pugna. Los datos clave que se sumaron en las últimas horas fueron el compañero de fórmula de Mauricio Macri, el senador Miguel Ángel Pichetto, y el vínculo de Sergio Massa con el kirchnerismo. ¿Hay diferencias entre los proyectos económicos?
La diferencia más notable es la de Macri con el kirchnerismo en cuanto al gasto del Estado, el incentivo al consumo y la apertura al mundo.
El economista Miguel Ángel Broda acaba de sincerar lo que vendrá en 2020: la deuda deberá ser renegociada y el mundo está dispuesto a darle más crédito al actual Presidente que a Cristina Fernández, artífice de Alberto Fernández.
No hay crédito externo, si no se ajustan los gastos del Estado. Es así, aunque duela en la vida cotidiana. Nadie está dispuesto a prestar a un país que cíclicamente enfrenta una crisis para cancelar sus pagos.
Macri y sus funcionarios, castigados por la oposición como “los ajustadores”, no han explicado con claridad a la sociedad en qué situación se encuentra la Argentina y los riesgos de hiperinflación frente a una eventual corrida cambiaria. De allí, tasas impagables, que frenaron el crédito y el consumo.
El canciller Jorge Faurie, previo a disertar en la Bolsa de Comercio de Córdoba, elogió la presentación de los economistas Florencia Costantino y Lucas Navarro, quienes habían explicado los riesgos que enfrentan los países que no controlan sus déficits ni la emisión de dinero sin respaldo.
Aunque no lo dijo en forma explícita, era como si hubiera admitido que no basta con las comunicaciones por las redes sociales de Macri y equipo.
Sólo 72 horas antes, el empresario Gabriel Bornoroni había hecho una observación similar al secretario de Energía, Gustavo Lopetegui. Los consumidores no entienden por qué se han producido los fuertes aumentos en la electricidad y en el gas natural.
El Estado ya no puede gastar más de lo que recauda porque no hay banco o fondo de inversión que financie el rojo de sus cuentas. La Argentina no puede gastar más dólares de los que genera porque –salvo el Fondo Monetario Internacional (FMI)-, los prestamistas no están dispuestos a financiar lo que los argentinos gastan.
La virtual reimplantación del cepo que esbozan algunos kirchneristas conducirá al país al ahogo de la industria (más del 70% de sus insumos son importados); a la caída en la producción de combustibles, como sucedió en la década pasada, y a un apriete productivo que terminará en la escasez y a la especulación.
En “la década ganada”, el país perdió el autoabastecimiento de energía; se devoró 10 millones de cabeza de ganado vacuno y registró la peor cosecha de trigo de su historia. Hoy, va camino a restablecer el autoabastecimiento energético; volvió a exportar carne (en 2019 exporta cada mes casi 200% más que el promedio de 2015) y este año producirá más de 20 millones de toneladas de trigo. Sólo algunos datos.
Los problemas en la economía son reales. Hay miles de PYME asfixiadas en lo financiero; familias que no pueden llegar a fin de mes y el 52% de niños y jóvenes vive en la pobreza.
Pero los problemas en la economía son reales. Hay miles de pequeñas y medianas empresas (Pyme) que atraviesan serias dificultades financieras; en un año bajaron sus persianas 230 almacenes en Córdoba y la angustia para llegar a fin de mes es una realidad que ya se instaló en casi todas las familias. El 52% de niños y adolescentes vive en la pobreza.
Macri y el FMI minimizaron la herencia kirchnerista y el desafío de bajar la inflación, un mal que la Argentina arrastra desde hace más de 60 años.
Esta debiera ser la principal pregunta que tendrían que responder los candidatos, más que frases ampulosas y promesas vanas.
El difícil decirle a los electores que la restricción en el gasto del Estado debe seguir porque no hay prestamistas para sostener el déficit. Pero sin control de la inflación no habrá estabilidad ni crecimiento duradero.
Es la economía que impacta en la política.