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Por Claudio Fantini. Para justificar la decisión de no bajar la candidatura de Sergio Massa, Alberto Fernández esgrime un cálculo que entra en contradicción con un dato previo del líder del Frente Renovador. Dice Fernández que si Massa se baja, ganará Daniel Scioli, porque la mayoría de los votos massistas emigrarán hacia el candidato de la Presidenta y no hacia Mauricio Macri.
Si así fuera, ¿cómo se explica que Massa haya intentado convencer a Macri de converger en un espacio opositor común y afrontar juntos las PASO?
En el escenario político argentino, la matemática se vuelve difusa. Aun así, lo más probable es que, de haber aceptado Macri la propuesta de unidad que le hizo Massa, el kirchnerismo habría sido derrotado y el camino hacia las elecciones de octubre parecería un autopista para quien hubiere resultado el principal candidato opositor, en lugar de parecer el camino cenagoso que deberá transitar el jefe del PRO.
El kirchnerismo supo entender mejor que la dirigencia macrista y sus socios -Ernesto Sanz y Elisa Carrió- el complejo escenario político. Entendió que al menos el 60% se divide entre antikirchnerismo y no-kirchnerismo. Entre uno y otro sector, lo que hay en común es un deseo de que termine la era K. Los antikirchneristas lo desean desesperadamente, y los no-kirchneristas lo desean serenamente.
El error de los dúos Macri-Durán Barba y Sanz-Carrió fue meter a todo el peronismo en la misma bolsa y proclamar que el problema del país es el peronismo, por ende, lo necesario es que el próximo gobierno no tenga peronismo. No es así.
Desde que irrumpió el kirchnerismo, la división es otra y atraviesa al propio peronismo. Como afirma la politóloga María Zaldivar: “La foto peronismo versus antiperonismo es del siglo 20, no del siglo 21”.
La realidad muestra desde hace décadas que el radicalismo ya no es el partido republicano, democrático y honesto de los tiempos de Illia, Balbín, Sabatini y Alfonsín. La corrupción, la arbitrariedad y la ineptitud son dominantes en todas las fuerzas políticas.
Lo que el PRO llama pureza política propia para describir el rechazo a Massa, en el kirchnerismo lo llaman sectarismo. Hay un peronismo numéricamente significativo que está deseoso de poner fin a la era K. Macri, Sanz y Carrió no supieron entenderlo. Y el erróneo cálculo que hicieron dio un escuálido 30% cuando pudo acercarse o, incluso, sobrepasar un victorioso 50%, que habría dejado al FPV en la lona.
Cristina sacó mejor el cálculo. Entendió la siguiente paradoja estadística: Macri tiene más chance de entrar al balotaje, pero en una segunda vuelta, tiene el riesgo de perder con Scioli que no tendría Massa.
Cristina entendió que Massa, en el balotaje, era invencible; mientras que a Macri es posible derrotarlo. Por eso, el gobierno usó toda su artillería para hundir el barco de Massa.
El ex intendente de Tigre intentó explicárselos a Macri, Sanz y Carrió, pero no entendieron nada. Estaban viendo un país que ya no existe, dividido entre peronismo y antiperonismo. Hoy, el complejo país está divido en dos que son tres: kirchnerismo versus antikirchnerismo y no kirchnerismo.