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Por Claudio Fantini. Como Pablo Escobar al fugar de la cárcel de Envigado, Colombia, Joaquín “el Chapo” Guzmán acaba de ridiculizar al Estado mejicano que lo tenía encarcelado, mostrando que el dinero narco puede corromper la política, la Justicia y los servicios de seguridad.
El capo del cartel de Sinaloa ha superado al sanguinario creador del cartel de Medellín. En rigor, el principal narcotraficante mejicano acaba de anotar un récord en la historia de las grandes fugas de prisiones latinoamericanas.
En esa historia, se destacan el escape de 111 tupamaros (en realidad 106 guerrilleros y cinco presos comunes que se les colaron) en 1971. Lo hicieron cavando un túnel desde el penal montevideano de Punta Carretas, que conectó con el túnel construido en la misma dirección, pero en sentido contrario, por un grupo anarquista. Por eso el túnel escavado por los “tupas” desde el penal hacia el exterior se llamó “Lenin” y el que desde el exterior hacia el penal construyeron los anarquistas, se llamó “Kropotkin”.
La siguiente fuga histórica fue la de Pablo Escobar en 1992. A La Catedral, prisión que lo alojaba en Envigado, la llamaban irónicamente “cárcel cinco estrellas”, por los lujos y comodidades con las que contaba el jefe narcotraficante.
Precisamente, porque el presidente César Gaviria quiso terminar con esa farsa, el gobierno planificó en secreto un sorpresivo traslado de Escobar a una prisión de máxima seguridad. Al enterarse Escobar a través de sus múltiples redes de información, generó un motín y salió campante de la cárcel de Envigado, dando inicio a una guerra brutal que dejó decenas de miles de muertos y en la que el propio jefe del cartel de Medellín terminó acribillado.
Moraleja: los esfuerzos gubernamentales contra la mafia de la droga son muchos, pero el dinero narco es más fuerte.
Hubo otras fugas espectaculares, como la de los cuatro miembros del Frente Patriótico Manuel Rodríguez (FPMR), que escaparon en helicóptero de una cárcel situada cerca de la capital chilena.
Pero el capo del cartel de Sinaloa batió todos los récords, porque es el único que se fugó dos veces: la primera, en 2001, salió ocultándose en un canasto de ropa sucia de la cárcel Puente Grande, en el estado de Jalisco. Lo habían atrapado en Guatemala y logró fugarse en los primeros días de la flamante presidencia de Vicente Fox.
Ahora, mediante el que podría ser el túnel más largo de la historia de las fugas carcelarias (1.500 metros), se fue de la prisión El Altiplano, a menos de 100 kilómetros del Distrito Federal.
A su primer cinematográfica fuga, la usó el PRI (que acababa de dejar el poder por primera vez en más de siete décadas) contra el recién inaugurado gobierno del Partido Acción Nacional (PAN). Ahora, será al revés: el PAN usará el nuevo escape de «el Chapo» contra el gobierno priísta que encabeza Enrique Peña Nieto.
Moraleja: los esfuerzos gubernamentales contra la mafia de la droga son muchos, pero el dinero narco es más fuerte.