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Por Juan Turello. “Me defiendo como puedo; compré café y azúcar en cantidad y los guardo”, relata un quiosquero al comprador de un café al paso en barrio Jardín, en la ciudad de Córdoba. Es la forma que encontraron miles de comerciantes y consumidores, que imitan esa práctica, para hacer frente a la alta inflación, señala mi nota en La Voz.
La suba de precios en abril de 8,4% fue un mazazo para el Gobierno. Sergio Massa anunciará mañana una suba de la tasa de los plazos fijos -rendirán 154% en un año- y más cepo a las importaciones.
Las medidas que informará el ministro de Economía serían insuficientes porque no corrigen el desfase del dólar oficial con los financieros.
La Facultad de Ciencias Económicas de la Universidad de Buenos Aires (UBA) prevé que los alimentos tendrán subirán 200% este año, luego del 10% de abril.
La inflación podría alcanzar este año 150%, según estimó Guido Sandleris, extitular del Banco Central, al disertar en la Bolsa de Comercio de Córdoba.
La inflación es la principal preocupación para el 60% de los cordobeses, muy por encima de la inseguridad y de la falta de trabajo de calidad, según encuestas partidarias.
Pese a esa inquietud y a los reclamos que formulan productores, comerciantes y dirigentes de la oposición, los principales funcionarios recurren a explicaciones que bien podrían integrar el anecdotario del Viejo Vizcacha.
Alberto Fernández aludió a “la inflación psicológica” que generan los pequeños comerciantes. Massa exagera un poco más: “Argentina no soporta un quilombo más”, dijo ante el reclamo de chacareros afectados por la sequía.
Familias y empresas demandan que el Gobierno asuma la guerra contra la inflación con medidas que detengan el gasto innecesario e ineficiente.
Más allá de sus enojos, Massa -el virtual candidato presidencial del Frente de Todos- hace lo contrario: la semana pasada pidió una emisión de 140 mil millones de pesos al Banco Central.
En el año, los aportes rozan los 370 mil millones. Esa cantidad de dinero en un contexto de incertidumbre y de desconfianza en el Gobierno es algo así como echar nafta al fuego de la inflación.
Sólo el vapuleado Fondo Monetario Internacional (FMI) -Máximo Kirchner ya encabezó dos marchas contra el organismo y la izquierda lo tiene en el altar de sus críticas- podría salvar al país de un default.
“Argentina está al borde de una nueva crisis; estamos navegando en un banco de niebla”, advirtió Facundo Gómez Minujín, presidente de la Cámara de Comercio de Estados Unidos en Argentina (Amcham, por sus siglas en inglés).
El Fondo aceptaría adelantar a julio próximo un desembolso de 5.000 millones, la mitad de lo previsto para el segundo semestre, con un uso parcial en el mercado de cambios, para evitar una corrida cambiaria.
El Banco Central tendrá más dólares para atender los pedidos de importadores y de ahorristas, pero, antes de “quemarlos”, el FMI pedirá que el dólar oficial tenga una suba importante, para “no regalarlos”.
¿Aceptará el kirchnerismo una devaluación, que puede disparar una hiperinflación y sepultar las chances electorales?
El clamor de “hagan algo” que el peronismo lanzó durante la crisis que protagonizó Mauricio Macri es, ahora, un bumerán.
Si no hacen algo, podrían crecer la impaciencia social y el dirigente que proponen arrasar con toda la dirigencia partidaria.