Por Juan Turello. Por momentos, Argentina suele estar aislada del resto del mundo en...
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Aunque no es explícita, la estrategia del gobierno de Mauricio Macri parece ser que la previa y la actuación de la Argentina en el Campeonato Mundial de Rusia 2018, disimulen el impacto del ajuste y los efectos del acuerdo con el Fondo Monetario Internacional (FMI).
La masiva demostración en la Ciudad de Buenos Aires el 25 de mayo último, protagonizada por el kirchnerismo, el sindicalismo afín y los partidos de izquierda, es una de las manifestaciones que gran parte de la sociedad rechaza cualquier acuerdo con el Fondo. Así lo demuestran las distintas encuestas cualitativas. La dura experiencia de la crisis 2001 (con Domingo Cavallo como protagonista central del fallido acuerdo y la quiebra de la convertibilidad) y el discurso de la década kirchnerista calaron hondo en el ánimo de los argentinos. Pero, ¿hay otra salida?
Cada cuatro años la Argentina vive la fiebre mundialista, aunque en este caso con menos expectativas en torno del equipo que armó Jorge Sampaoli, que no enamora a la gran masa futbolera, más allá de la pasión por la camiseta nacional.
El casi seguro que el acuerdo se terminaría de cerrar antes que concluya la primera fase de Rusia 2018. El equipo de Lionel Messi juega el 16 de junio frente a Islandia; el 21 ante Croacia y cierra su participación de la fase de grupos el 26 de junio ante Nigeria.
El equipo de Nicolás Dujovne tiene menos de un mes para resolver el acuerdo, que tiene más empuje por parte de la titular del FMI, Christine Lagarde, que de las autoridades nacionales, las cuales no saben por dónde comenzar el ajuste.
Argentina tiene un enorme déficit fiscal, que implica que gasta más que lo que ingresa al Tesoro nacional. Ese déficit lo venía financiando con la toma de deuda externa, que prácticamente se cayó al subir la tasa de Estados Unidos.
Además, posee un déficit de cuenta corriente –ingresos y egresos de divisas al país-, que también se financia con deuda. Ese rojo revela la baja productividad de la economía.
El acuerdo con el FMI implica la necesidad de producir un fuerte ajuste en la estructuras del Estado –empleados, servicios, subsidios- o bien declarar la insolvencia de la deuda (otro default), que volvería a excluirla a la Argentina de los mercados y acuerdos mundiales.
“Vivir con lo nuestro” es inviable en un mundo interrelacionado a nivel global. El 65% de los componentes de la producción de la industria nacional es importado. Venezuela es el peor ejemplo.
Ya en 2015 la Argentina había agotado las reservas del Banco Central en la compra de energía, con una producción en declive, la menor producción de trigo en un siglo, la caída de las exportaciones de carne y el cierre de los principales mercados del mundo. Se hacían ampulosas misiones comerciales para vender los productos argentinos a … Angola. Esos acuerdos pretendían el cambio de alimentos por petróleo. Éste era, en definitiva, el trasfondo del Memorándum con Irán.
El mayor déficit del Gobierno nacional es no explicar con claridad a la sociedad cuál es la situación y los desafíos que enfrenta la Argentina.
La única comunicación válida parece ser entretenernos con el Mundial, y que éste tape las malas noticias. Esa estrategia –si da resultado- se termina el 15 de julio, si el genio de Messi nos lleva a la final de la Copa del Mundo.