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Por Claudio Fantini. Hasta hace días, Kobane era una palabra desconocida para el mundo. A esta altura de la batalla más increíble de la guerra civil siria, Kobane es sinónimo de heroísmo y resistencia. Su significación en la historia no distará mucho de lo que significa Stalingrado (actual Volgogrado).
En esa ciudad a orillas del río Volga se dio la batalla más sangrienta y paradigmática de la Segunda Guerra Mundial. A pesar de que los bombardeos previos de la Luftwaffe la había reducido a escombros, cuando entró en ella el 6° Ejército alemán, comandado por el mariscal Von Paulus, encontró una resistencia tan tenaz que lo obligó a desangrarse para lograr la ocupación.
Kobane es la ciudad siria donde, por primera vez, la aplastante ofensiva de Estado Islámico encontró una resistencia increíblemente heroica. Hasta ahora, los jihadistas más demencialmente criminales de la historia actual del Oriente Medio pudieron pertrecharse con blindados y artillería pesada, porque divisiones enteras de los ejércitos sirio e iraquí se desbandaron antes de entrar en combate.
El temor a caer en manos de los lunáticos decapitadores del califato que lidera Abú Bakr al Bagdadí hizo que miles de soldados de los ejércitos regulares huyeran despavoridos en lugar de dar batalla.
Por eso Estado Islámico pudo ocupar ciudades grandes y estratégicas como Mosul, en el norte de Irak, así como yacimientos petroleros y gasíferos en Siria. Pero los kurdos de la ciudad que está junto a la frontera de Turquía, han sido la excepción.
Desde julio sufren el asedio de los jihadistas, pero aún no han podido doblegarlos totalmente. La única ayuda que reciben son los esporádicos y poco eficaces bombardeos aéreos norteamericanos, además de las armas que los aviones enviados por Obama les arrojan y que algunas veces caen del lado equivocado.
El capítulo de batalla de Kobane mostrará actitudes miserables, como la de Turquía, cuyos tanques están en la frontera pero no ingresan a Siria para salvar del genocidio a los kurdos de Kobane porque su presidente, Recep Tayip Erdogán, condiciona ese salvataje a un compromiso de la coalición que armó Obama para derribar al régimen de Bashar al Asad.
Hay otra razón por la que Erdogán no envió su ejército al rescate de un pueblo en riesgo de ser exterminado: en Kobane hay guerrilleros del PKK, la organización de izquierda que lidera el encarcelado Abdulá Occalán, quien pretende independizar el Kurdistán turco.
También es miserable la actitud del régimen sirio, cuyo ejército está enfrentando rebeldes en muchos puntos del país, pero no movilizó ni un solo batallón para ayudar a los kurdos de Kobane.
Sin embargo, en la pequeña ciudad hasta las mujeres tomaron los fusiles para enfrentar a los jihadistas del califato. Entre ellas estaba la joven y bella Rohane, cuya puntería, destreza y coraje le permitió matar a más de 100 enemigos. El mundo la conoció en dos fotos: la primera la muestra sonriente, con traje de combate y haciendo la V de la victoria. La segunda foto muestra sólo su cabeza sostenida por su decapitador.
Antes de caer en manos del Estado Islámico, la sonrisa de la joven inspiró desde la foto en el campo de batalla, a cientos de peshmergas (milicianos kurdos) que viajaron desde Irán y sobre todo de Irak, para ayudar a la heroica resistencia de la Stalingrado kurda.■
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