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Por Claudio Fantini. Lula no llega a la presidencia de Brasil como un candidato de la izquierda. Fue y es el candidato de una mitad que expresa, en definitiva y a grandes rasgos, una cultural liberal-demócrata. La otra mitad es el Brasil conservador, liderado por políticos y pastores evangélicos ultraconservadores, para quienes los liberales demócratas son el enemigo que quieren destruir la familia, la tradición y la propiedad.
La mitad liberal-demócrata es centrista, y tiene como brillante exponente a Fernando Henrique Cardoso,
quien entiende, mejor que Lula, que Brasil se partió en los mismos términos en que se está partiendo el mundo.
Cardoso sostiene que el derrotado Jair Bolsonaro expresa en Brasil lo que Vladimir Putin se lanzó a liderar a escala mundial: el conservadurismo religioso, sexual y cultural.
Esa visión es nacionalista, enemigo del cosmopolitismo y de las diversidades, y partidario del regreso a las tradiciones ancestrales como antídoto contra la globalización.
El mayor exponente en Latinoamérica es Bolsonaro, detrás de quien se encolumnó casi la mitad de Brasil, al sorprender a analistas y encuestadores.
Al conservadurismo antiliberal que lidera Vladimir Putin, en Estados Unidos lo encarna Donald Trump; en la India, el primer ministro Narendra Mori y en Europa, el húngaro Viktor Orban, además del italiano Matteo Salvini y el partido neofranquista español Vox, entre otros.
Lula empezó a percibir eso que Fernando Henrique Cardoso entiende en profundidad.
El ex presidente considera que Lula es la figura destinada a liderar la porción liberal demócrata, que librará grandes batallas contra el conservadurismo duro y religioso, que avanza a paso redoblado en Brasil y en buena parte del mundo.
Lula tiene el instinto y la naturaleza de la cultura liberal, cosmopolita, secular y a favor de la diversidad, pero no lo racionalizaba ni podía expresar en sus discursos.
De haber entendido el rol de su liderazgo, no habría tenido esa política regional irresponsable que lo mostró en la vereda de la izquierda autoritaria, que lideró Hugo Chávez, y en la que se alinearon dictaduras como la cubana.
También siguieron ese derrotero aspirantes a autócratas, como Evo Morales, Rafael Correa y Daniel Ortega, además de Néstor y Cristina Kirchner.
Lula debe encabezar un mandato sin mayorías en el Congreso, y con los principales centros productivos en manos de la oposición bolsonarista.
La misma batalla intracultural se libra también en las urnas europeas y en el avance del trumpismo contra la centroderecha y los socialdemócratas en Estados Unidos.
Una batalla que también se libra con armas, y que está desangrando a Ucrania.