Por Claudio Fantini. La postal que obtuvo junto al presidente de Brasil, Lula da Silva, conjura, al menos momentáneamente, una sombra que crece y oscurece la menguada autoridad de Alberto Fernández. Lo grave no es que vaya a ocurrir, sino que se plantee la pregunta, que empezó a resonar en los países de la región: ¿llegará al final de su mandato?
Los vendavales financieros y la fractura del Gobierno, en la que el Presidente es el eslabón más débil y la vicepresidenta utiliza su poderío interno para vapulearlo y mostrarlo como una sombra sin peso político, generan una sensación encontrada.
El camino que resta hasta el recambio es demasiado largo y arduo para que lo recorra un mandatario sin piernas ni energía.
En las últimas semanas, Alberto Fernández ingresó en una dimensión fantasmagórica de la que no hay retorno. Hoy, al poder lo representa Sergio Massa.
Aunque la inflación y la pobreza no paran de subir, el ministro de Economía, Sergio Massa, es lo único perceptible en el escenario gubernamental.
Lo más probable es que Alberto Fernández concluya su mandato. En el país, ya se entendió que los presidentes deben concluir sus mandatos.
Cuando parecía naufragar en la intrascendencia, Lula le arrojó un salvavidas. Alberto Fernández encontró en Brasil lo que necesitaba para mantenerse a flote un poco más.
La economía argentina, famélica de dólares, halló en el gigante sudamericano el pulmotor que necesita con urgencia para sostener al menos parte de las importaciones y exportaciones vinculadas con su funcionamiento.
Los resultados de las gestiones que prometió el presidente de Brasil a favor de Argentina ante los BRICS y el FMI, así como el resultado de la financiación en reales del flujo comercial argentino-brasileño, se verán luego.
Lo que ya se vio no es poco: Lula dándole al presidente argentino el escenario que necesitaba para mostrarse en pie.
Es posible que la gratitud de Lula esté vinculada con la solidaridad que recibió de Alberto Fernández cuando estaba en prisión.
A ello, se suma la visión geopolítica de Lula para la región, que le permitió a Alberto Fernández conseguir un escenario de semejante magnitud y un anuncio económico importante para obtener una centralidad que ha perdido totalmente.
Pero, no todo es color de rosa en la relación económica y financiera con Brasil. Existen cortocircuitos fuertes.
Sin embargo, el presidente argentino necesitaba con desesperación un escenario que lo muestre políticamente vivo y activo. Y Lula se lo dio.
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