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Por Claudio Fantini. Hay momentos que imponen explicar el presente desde el pasado y momentos en que, por el contrario, imponen explicarlo hacia el futuro. Al abrir las sesiones legislativas de 2016, el entonces flamante presidente Mauricio Macri debía explicar el presente desde el pasado, pero lo hizo hacia el futuro.
Era el momento de describir los esfuerzos a los que obligaba una economía que había sido devastada por el anterior Gobierno de Cristina Kirchner. La circunstancia lo obligaba a parecerse a Winston Churchill pidiendo «sangre, sudor y lágrimas», pero Macri optó por parecerse a Palito Ortega cantando “Yo tengo fe”. ¿Cómo sigue la historia?
En su primer discurso ante el Congreso, el Presidente irradió un optimismo naif, según el cual, por el sólo hecho de que en la Casa Rosada ya no estaba Cristina Kirchner, lloverían de inmediato las inversiones y volvería el crecimiento económico, esta vez con una base más legítima y perdurable.
Eso no ocurrió y Macri hizo ahora -cuando el momento imponía explicar el presente de cara al futuro-, lo que tendría que haber hecho en 2016: describir la pesada herencia recibida.
Al no ser el momento indicado, la explicación a destiempo no logró un impacto positivo en el humor de la sociedad. Lo prueban las multitudinarias marchas de los docentes y de las centrales obreras.
¿Cuál es el gran desafío que Macri aún no ha sabido afrontar? Demostrar que éste es un presente gris, pero con futuro; a diferencia del modelo populista que, al funcionar en base al dispendio y el recalentamiento económico, siempre logra presentes esplendorosos, pero sin futuro.
Por haber recurrido al cortoplacismo populista, el kirchnerismo fue esencialmente eso: presente sin futuro. El país vivía el momento de esplendor del consumo, sin detenerse a pensar que era un momento sin perspectivas. Como en la égloga del poeta prerrenacentista español Juan del Encina, los argentinos parecían cantar: “Hoy comamos y bebamos y cantemos y holguemos, que mañana ayunaremos”.
El de Macri es un momento gris, pero que podría tener perspectivas. La pregunta es si se trata de un presente con futuro, o se trata de un trago amargo que no contiene medicamentos y, por ende, no mejorará la salud económica. O sea, un mal trago que no ofrece otra perspectiva que no sea la de una amarga y permanente opacidad.
Hasta ahora, en el mejor de los casos, Macri no ha sabido explicar; y en el peor, no ha sabido construir un presente gris con futuro luminoso.
No solucionará esas falencias culpando de todo al kirchnerismo, al peronismo y al sindicalismo. Ciertamente, el kirchnerismo, el peronismo y el sindicalismo son eternos constructores de presentes sin futuro, por lo que carecen de autoridad moral para la crítica y la protesta.
Pero enfrentarlos no soluciona su problema de fondo. Que Roberto Baradel sea un operador kirchnerista que pone sus metas políticas por sobre el interés de los trabajadores que representa, no implica que el ingreso de los docentes no sea inaceptablemente bajo.
El desafío de Macri es lograr que la sociedad visualice una perspectiva alentadora en este momento gris. Si no lo logra, las marchas y protestas seguirán creciendo y la credibilidad del Gobierno, irá decayendo.
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