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Por Claudio Fantini. En un puñado de días, dos mandatarios de extracciones políticas y realidades nacionales diferentes -Mauricio Macri y Pedro Sánchez-, tomaron decisiones que tienen algo en común: atarse las manos para obligarse a no ceder a tentaciones ni a presiones. El centroderechista argentino y el socialista español actuaron como Ulises al pasar junto a la isla de Artemisa.
En el canto XII de la Odisea, Homero narra como hizo Ulises para no sucumbir a la tentación provocada por el canto de las sirenas, sobre las cuales le había advertido la diosa Circe. Ulises logró que sus flaquezas humanas quedaran anuladas al atarse al mástil de la embarcación que lo llevaba de regreso a Itaca.
¿Hicieron lo mismo Macri y Pedro Sánchez?
Ese mito ha sido utilizado por juristas y politólogos para explicar el rol de las Constituciones respecto a los gobiernos: limitarlos.
Macri y Sánchez se ataron a los mástiles de sus naves. El gabinete que acaba de anunciar el jefe del gobierno español revela en su propia conformación el objetivo de anclar la gestión en el centro, sin dejarse arrastrar por los separatismos y el antisistema.
Nacido débil, por no ser el fruto de una victoria electoral en las urnas sino del voto parlamentario que censuró a Mariano Rajoy, el nuevo poder parecía un engendro con una cabeza diminuta (el presidente) sobre hombros tentados a llevarlo por rumbos radicales.
Uno de esos hombros es el partido antisistema Podemos, cuyos votos fueron claves para la caída de Rajoy. El otro hombro es el independentismo representado por Bildu, un lejano remanente del Herri Batasuna, antiguo brazo político de ETA, y los separatistas vascos Esquerra Republicana y PdeCat, los partidos de Oriol Junqueras y Carles Puigdemont. Todos aportantes de votos imprescindibles para sacar del poder al Partido Popular.
Macri se ató al FMI para evitar la irresponsabilidad fiscal y el desmadre del gasto público; Sánchez, al del europeísmo.
Se esperaba que Sánchez anunciara un gobierno Leviatán, en el que se mezclaran, igual que los hombres apelmazados en el cuerpo del monstruo bíblico, todas las fuerzas políticas que allanaron el camino hacia el poder que Sánchez nunca había encontrado en las urnas. Pero a la hora de presentar el equipo de ministros, el jefe de gobierno apareció atado al mástil del centrismo de su propio partido. El equipo de ministros muestra claramente el compromiso con la unidad de España y con los lineamientos económicos de la Unión Europea.
El mástil al que se ató Macri es el FMI. Su decisión de acordar con ese organismo multilateral de crédito parece responder a la búsqueda de obligarse a lo que todos los gobiernos saben que deben hacer, pero no hacen porque los desvían los cantos de sirena electoral que siempre los conducen por la ruta de la irresponsabilidad fiscal y el desmadre del gasto público.
Si el FMI es, o no, el mástil correcto para sacar a la Argentina de sus derivas inflacionarias y deficitarias, lo dirá la aplicación de lo acordado.
De mismo modo, los próximos meses dirán si el mástil europeísta al que se ató Pedro Sánchez para no sucumbir a las sirenas antisistema y separatistas, le permite navegar hasta el final del mandato o hará naufragar a su gobierno centrista.