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Por Claudio Fantini. Ni mintió ni dijo la verdad. Mauricio Macri cometió el error de un inexperto. La premier británica Theresa May se acercó a saludarlo. El Presidente dijo que esperaba retomar la buena relación y el diálogo, incluyendo el tema Malvinas. Y Theresa May respondió: “Sí, habría que comenzar a conversar”. Que esa frase tan breve como diplomática implique una aceptación británica a dialogar sobre la soberanía de Malvinas es una interpretación por demás optimista.
Macri se equivocó al decir que su par británica había “aceptado dialogar sobre el tema soberanía”.
Mostró inexperiencia en el trato con gobernantes del mundo al dejarse llevar por el entusiasmo que lo embargó por la buena recepción de su discurso en la Asamblea General y la expectativa sobre la Argentina que le mostró Bill Clinton, ex presidente y esposo de la candidata demócrata al despacho Oval.
A renglón seguido, Susana Malcorra tuvo que salir a corregir a su jefe. ¿Hizo bien la canciller? ¿O su aclaración no hizo más que resaltar el error de Macri? Hizo bien, porque si no lo corregía ella, lo habría corregido el Foreing Office y eso sí que habría resaltado gravemente el error de Macri. La diplomacia británica sólo hizo trascender su versión, que es similar a la de Malcorra.
La otra duda que sobrevuela está en lo acordado entre la canciller argentina y Alan Duncan, el encargado del Foreing Office para las relaciones con Europa y las Américas.
Y lo acordado no es más que una declaración conjunta sobre la voluntad de diálogo sobre cuestiones que interesan a los malvinenses y a Londres, sin incluir la soberanía. Varias de esas cuestiones muestran la necesidad de los isleños y de Londres, de que se levanten las sanciones argentinas vigentes a las empresas que realicen exploración y explotación en el lecho submarino en torno de Malvinas.
La declaración conjunta no es una claudicación ni una victoria de la Argentina. La claudicación o el avance se verán en esos diálogos. Si Malcorra acepta levantar las sanciones a cambio de nada, entonces la Argentina habrá claudicado. Si por el contrario, se vale de las necesidades isleñas y británicas para incluir el tema soberanía en una agenda más amplia, entonces será un avance.
El problema de Malcorra es que todo lo que haga en relación a países con voto en la elección del próximo secretario General de la ONU, pone en duda su verdadera intención. Como aspirante a suceder a Ban Ki Moon, puede estar buscando votos para su postulación. Y la búsqueda de esos apoyos puede no estar en sintonía con los objetivos estratégicos del país.
Como el ministro Juan José Aranguren con las acciones de Shell, la canciller tal vez debiera renunciar a la postulación para presidir Naciones Unidas para que sus acciones sean creíbles.