Por Juan Turello. Por momentos, Argentina suele estar aislada del resto del mundo en...
Suscribite al canal de Los Turello.
Por Juan Turello. Las primeras 48 horas le dejaron a Sergio Massa un sabor agridulce. Y es posible que esa sensación lo acompañe el resto de su gestión, más allá del ímpetu con el que llegó al sillón más caliente del poder en Argentina, señala mi nota en La Voz.
Los resultados fueron dispares, pese al apoyo de grandes empresarios (ligados a los negocios con el Estado) y los cánticos políticos con los que asumió ante 500 invitados y en un espacio inédito, el Museo del Bicentenario.
El dólar blue y los financieros mostraron una calma relativa, pero los bonos de la deuda no logran despegar. Los bancos JP Morgan y Goldman Sachs y la agencia Bloomberg sintetizaron el anuncio de las primeras medidas como “gusto a poco”.
La Bolsa de Comercio de Córdoba fue más dura: “La tibieza de los anuncios vislumbra la intención de sostener el modelo actual, eludiendo la responsabilidad de resolver las causas de la crisis con la firmeza necesaria”.
¿La llegada de Gabriel Rubinstein podrá revertir estos diagnósticos? Un calificado hombre de negocios cordobés sentenció: “Es un buen economista, pero no lo dejarán gobernar”. Sabor agridulce.
El perfil ortodoxo del segundo de Massa será un trago difícil de asimilar por el núcleo duro del kirchnerismo, que por ahora elabora el duelo.
Los piqueteros Juan Grabois y Eduardo Belliboni ya pusieron el grito. Calificaron como insuficiente el bono de 11 mil pesos a 1,3 millones de beneficiarios del plan Potenciar Trabajo.
Aunque pueda resultar “insuficiente” por la disparada de precios, supera en casi 650% los 1.700 pesos que recibirá un reducido grupo de jubilados nacionales.
El haber mínimo de los pasivos es de 37.525 pesos y aumentaría 6.000 pesos en septiembre, algo más de la mitad de lo que recibirán quienes prácticamente no realizan ninguna contraprestación laboral.
La CGT y las CTA tampoco quieren un bono y reclaman paritarias libres. Aunque el reclamo es razonable por la inflación, la suba en paritarias aumenta los costos en las empresas e impacta en los precios.
A la hora de gobernar, el flamante ministro no sólo tendrá que revertir la desconfianza de la sociedad, con índices negativos del 60% (el viernes último fue insultado en Santa Fe), sino que también deberá sortear las trabas del enemigo interno.
Desde que renunció Martín Guzmán, el BCRA perdió unos 1.300 millones de dólares y no está asegurado que los sectores exportadores aporten los 5.000 millones que anunció Massa.
La madre de las batallas es poner en caja el déficit fiscal, pero fortalecer las reservas del Banco Central (BCRA) es crucial para evitar la devaluación que no quiere el Gobierno.
Los bancos extranjeros y el fondo soberano que habían ofrecido un préstamo exigen garantías, que -en lenguaje kirchnerista- sería como “entregar los glaciares”.
La reducción del gasto vía el aumento de tarifas de luz, gas y agua, que anunció Massa, “son migajas”, según un funcionario cordobés que habló ante empresarios en Buenos Aires.
Los subsidios económicos significaron el 14% del gasto primario del primer semestre. Las transferencias corrientes alcanzaron a casi un billón de pesos, de las cuales 521 mil millones fueron a Cammesa
-administra el mercado eléctrico mayorista- y 192 mil millones a la ex Enarsa, la que compra energía.
La deuda de las distribuidoras con Cammesa superó en el primer semestre los 420 mil millones de pesos, de los cuales el 63% corresponde a deudas de Edenor, Edesur y distribuidoras bonaerenses.
Epec apenas debe el 2% de ese monto.
“Si uno compara las transferencias realizadas y lo que las distribuidoras le deben a Cammesa, el promocionado recorte de los subsidios, aunque pegará en el bolsillo de los consumidores, son migajas en relación con otros gastos del Estado”, sentenció el expositor.
Los subsidios a Aerolíneas Argentinas alcanzaron unos 300 millones de dólares en seis meses.
Está claro: el recorte debería empezar por otro lado, pero supone golpear, en estos casos, a empresarios amigos de Massa y a La Cámpora, que conduce la aerolínea.
Esas batallas le cambiarán al ministro el sabor agridulce por otro más amargo, pero sin el cual no hay una salida económica sustentable.