Por Claudio Fantini. Desde el atril, Javier Milei volvió a mostrarse desafiante, incluso, hablando de lo que habla desde la campaña electoral: la casta, el déficit, la criminalidad del Estado, etcétera. El presidente hizo una descripción más prolija y ordenada que sus alocuciones anteriores. No obstante, subyace una continuidad no sólo temática: la imposición de lo que presenta como una misión sagrada, apoyada por “las fuerzas del cielo”. Veamos.
Por primera vez, esbozó algo parecido a una convocatoria al diálogo y a la búsqueda de acuerdos.
Pero, el Pacto de Mayo que propuso consta de 10 puntos que no parecen abiertos a discusión.
El llamado a los gobernadores es para que suscriban lo que él ya decidió.
El tema no es si son o no lógicos y necesarios cada uno de esos 10 puntos. El tema es si de verdad se trata de un llamado al diálogo o se trata de otro intento de imposición.
El gran capital de Milei es que pueda dar una imagen de poder arrollador, cuando la realidad es que se trata de un presidente débil por la pequeña representación parlamentaria del oficialismo.
Los votos lo depositaron en la Casa Rosada y también le marcaron los límites -con minoría en ambas Cámaras del Congreso- que no debe atravesar.
Ni Milei, su séquito ni quienes lo defienden acríticamente están leyendo correctamente la significación de esos límites.
Los votos coronaron la “anticasta” en la elección presidencial y coronaron a la “casta” en las elecciones municipales, provinciales y legislativas.
Lo notable es cómo logra imagen de un inmenso poderío que no tiene.
Lo normal en un presidente con escuálida minoría en el Congreso, es que busque el mayor respaldo posible en la oposición, siendo amable y dialoguista con ella.
Milei hace todo lo contrario con la oposición amigable. La maltrata, la denigra y le hace saber que le da lo mismo que lo apoyen o no.
En rigor, no destrata tan violentamente a la oposición izquierdista y kirchnerista que le votan todo en contra.
Dedica sus ofensas más duras a la oposición moderada que busca ayudarlo como corresponde que lo haga: cuestionando y rechazando lo que considera controversial, y respaldando lo que considera útil, necesario y razonable.
Hasta la invitación que les hizo a los gobernadores para el Pacto de Mayo fue planteada de manera ofensiva. En realidad, la invitación es a que acepten su propuesta.
Lo que verdaderamente anunció es que les da la oportunidad de apoyarlo, aclarando que le da exactamente lo mismo que lo hagan o no.
Milei logra intimidar con muy poco. Quizá porque la oposición más centrista y sensata sabe que Argentina debe avanzar sobre una senda liberal que reforme el Estado, desregule la economía, potencie la empresa privada y retorne de lleno a los mercados mundiales.
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Una importante mayoría social sabe que debe haber reformas de carácter liberal para alcanzar objetivos que, como el déficit cero, nunca debieron dejarse de lado.
Pero eso no significa un apoyo mayoritario a un ajuste tan drástico y vertiginoso, que hunda en la miseria a vastos sectores y empobrezca abruptamente a la clase media.
Es como querer dinamitar un edificio deteriorado con muchos de sus residentes adentro, para construir en el mismo sitio un edificio nuevo, funcional y confortable.
Eso no es liberalismo, sino ultraconservadurismo socialmente irresponsable.