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Por Claudio Fantini. La pregunta no es ¿Vladimir Putin mató a Alexséi Navalny?, la pregunta es por qué el presidente de Rusia cometió un crimen que llevaría su firma de autor. Si no hubiera sido Putin quien ordenó ese asesinato, el autor intelectual sólo podría ser un enemigo visceral del jefe del Kremlin, para que el mundo tenga una razón más para calificarlo como un asesino serial, según las acusaciones de varios mandatarios y dirigentes políticos.
Cualquier enemigo del presidente ruso no tiene posibilidad alguna de cometer un crimen en esa cárcel remota, en el Ártico.
Alexséi Navalny estaba sólo al alcance de la mano del autócrata que impera sobre Rusia.
La pregunta sigue siendo por qué Putin ordenó un asesinato que sólo él podía ordenar, sabiendo que, aunque no puedan decirlo, no hay rusos que crean que el mayor exponente de la oposición se murió de forma natural.
Y, también, sabiendo que ningún gobernante del mundo dudaría un segundo de su autoría.
Si Navalny tenía más de tres décadas de encarcelamiento por delante, ¿por qué decidió matarlo?
Esta pregunta está ligada a otra: por qué Navalny decidió regresar a Rusia desde Alemania, donde le salvaron la vida del envenenamiento con novichoc, sabiendo que quedaría al alcance del asesino serial que en tres ocasiones lo hizo atacar con agentes químicos.
La decisión de regresar por parte del abogado que denunció gigantescos casos de corrupción en la cúspide del poder, equivalió a un suicidio.
Había advertido que Putin intentaría matarlo, lo que sin dudas lograría fácilmente si lo tiene a mano en una prisión.
Lo único que lo detendría es la certeza de que todos los rusos y los gobernantes del mundo le atribuirían al mandatario rusa la ejecución de un disidente.
Por qué lo haría si Putin ya había sido capaz de asesinar a quien había sido un amigo y socio, Yevgueny Prigozhin, a quien no le perdonó la rebelión del Grupo Wagner contra el generalato ruso en Ucrania.
A ese hombre mucho menos le costaría ordenar la muerte del disidente que le hizo las más graves acusaciones y que se había convertido en su más poderoso enemigo.
¿Qué peligro podría representar Navalny en prisión? Convertirse en la versión rusa de Mandela, quien soportó la cárcel durante casi tres décadas en Sudáfrica.
Y eso es lo que podría haber ocurrido con el abogado moscovita que, en una inmolación heroica, decidió regresar desde Alemania, donde estaba a salvo, para luchar contra un déspota que en el poder se convirtió en asesino serial.