Por Sebastián Turello. Los Turello, junto a otros periodistas, visitó la planta de fabricación...
Autoridades del IAE y de Banco Macro, en una ceremonia conducida por la periodista Verónica...
Junto a las señales positivas de la economía en las últimas semanas, en especial, en el mercado...
Por Juan Turello. El buen momento de la Argentina en los mercados financieros y las palabras de...
El Grupo Sancor Seguros fue nuevamente protagonista en los Premios Prestigio al lograr...
Suscribite al canal de Los Turello.
Por Claudio Fantini. Donald Trump firmó con los talibanes un acuerdo que jamás debió haber firmado y Joe Biden lo cumplió, en lugar de haber tomado la decisión histórica de incumplirlo. La retirada norteamericana y la caída de Kabul a manos de los talibanes es una capitulación moral, militar y política, ya que implica abandonar a millones de afganos a su suerte.
Millones de personas que no quieren perder derechos y libertades elementales, fueron dejados a la intemperie por la superpotencia, cuya salida del país allanó el camino al avance talibán en una blitzkrieg (guerra relámpago) que le dio la victoria total sobre el gobierno en tiempo récord. ¿Qué vendrá ahora?
Click aquí para leer el desenlace de los avances de los talibanes.
El ejército afgano, en el que Washington invirtió cientos de millones de dólares en armamento, material logístico y adiestramiento, se desbandó de manera patética ante los talibanes, como se habían desbandado los ejército de Irak yde Siria cuando los enfrentaron los jihadistas de ISIS.
Trump había firmado un acuerdo humillante y Biden completó esa humillación. No hubo nada honorable en el final de la situación creada tras la invasión de 2011 para acabar con Al Qaeda.
El presidente Ashraf Ghani huyó cuando los milicianos pastunes se aproximaban a Kabul tras haber conquistado Mazar e-Sharif y después de haber entrado triunfantes en las principales ciudades del país.
La huida del presidente coronó su bochornosa gestión, marcada por la corrupción, la ineptitud y las peleas con el primer ministro Abdulá Abdulá. Pero los fracasos gubernamentales no justifican que al pueblo afgano se lo haya abandonado a manos del jihadismo lunático.
Ese acuerdo fue una traición a los millones de afganos que no quieren volver al infierno medieval de fanatismo que vivieron. Trump no debió firmarlo y Biden no debió cumplirlo.
El régimen retrógrado que prohibió todas las expresiones artísticas por considerar que el arte distrae al hombre de su atención a Dios.
El que destruyó todos los museos para borrar las huellas de las culturas preislámicas de Afganistán, incluidos los majestuosos budas tallados en los acantilados del desierto de Bamiyán.
Hasta los barriletes había prohibido ese régimen demencial, que encarnan los talibanes, a pesar de ser una tradición que los afganos practican con pasión popular.
Clic aquí para suscribirse al canal de Youtube de Los Turello.
Los simpatizantes de fútbol dejaron de ir a los estadios porque a los jugadores se los obligaba a jugar con pantalones largos y porque en el entretiempo entraba una pick up con milicianos que, en el centro de la cancha, lapidaban alguna mujer por adulterio o le cortaban las manos a un ladrón.
Y las mujeres perdieron los pocos derechos que tenían, convirtiéndose en sombras condenadas al enclaustramiento en sus hogares, pudiendo salir a la calle ocultas bajo el burka y en compañía del esposo o de un pariente consanguíneo varón.
Por cierto, Afganistán es un laberinto en el que los norteamericanos se extraviaron hace tiempo. Pero la ineptitud y corrupción de la clase dirigente local no justifica que los norteamericanos se marcharan de este modo.
Afganistán es un laberinto en el que los norteamericanos se extraviaron hace tiempo.
La retirada, que le recordó al mundo las imágenes humillantes del helicóptero sacando gente de la embajada de Saigón en 1975, al retirarse derrotados de Vietnam, es una capitulación deshonrosa para Estados Unidos y de inmensa irresponsabilidad para con un pueblo que queda merced del fanatismo más oscuro.