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Por Claudio Fantini. Desde que la posibilidad de un juicio político comenzó a crecer en el Congreso de Estados Unidos, Donald Trump se victimizó al esgrimir, implícitamente, la idea del lawfare: sus enemigos políticos le hacen una “guerra judicial” para sacarlo del gobierno y del escenario electoral. ¿Por qué los demócratas llevaron adelante las acusaciones si, de fracasar el impeachment, Trump saldría fortalecido?
El presidente se describió como blanco de una “cacería de brujas”, incluso desde antes de que se desatara el escándalo por el caso de Ucrania.
Cuando el fiscal especial Robert Mueller empezó a investigar la trama rusa que lo ayudo a ganar la elección presidencial, Trump empezó a victimizarse «del lawfare lanzado por los demócrata» porque –dijo- no pueden vencerlo en las urnas.
Finalmente, la Cámara de Representantes lo convirtió en el tercer presidente de la historia norteamericana sometido a juicio político. Los dos anteriores –Andrew Johnson en el siglo 19 y Bill Clinton en la última década del siglo 20- resultaron exonerados.
Clinton salió incluso fortalecido en su popularidad, porque la sociedad lo consideró como un perseguido del inquisidor fiscal Kenneth Starr y del republicano ultraconservador Newt Gingrich. Los demócratas ganaron la elección de medio término por la percepción que dejó en la sociedad el juicio político por el caso Lewinsky.
Ahora parece repetirse aquel escenario, aunque las acusaciones y los personajes juzgados son diferentes.
Los demócratas parecen haber aplicado el impeachment a Trump de manera resignada, ya que están convencidos de que los republicanos lo exonerarán en el Senado y no saldrá políticamente debilitado, sino fortalecido.
Si tienen esa percepción, ¿por qué impusieron el impeachment? Estados Unidos es, desde su origen, un estado de Derecho. Quizá allí está la explicación de lo que ha decidido la Cámara de Representantes: imponer el juicio político a Donald Trump.
Si hay pruebas de que un presidente pudo haber transgredido la ley, sólo hay dos alternativas: los legisladores imponen un juicio político o se convierten en transgresores.
Que hayan sido los demócratas quienes votaron por el impeachment, dispara una serie de interrogantes. ¿Cree el Partido Demócrata que el Senado, la Cámara que realizará el juicio, podría encontrar culpable a Trump y destituirlo si llega a la conclusión de que efectivamente cometió abuso de poder y obstrucción de la Justicia? La respuesta es no.
La dirigencia opositora está convencida de lo que resulta evidente: con una mayoría de 53 escaños oficialistas sobre 47 opositores, parece imposible que se alcance los dos tercios (67 votos sobre cien bancas) para imponer la destitución del presidente.
¿Calculan acaso los demócratas que el proceso en sí mismo, aunque no logre la destitución de Trump, dañará la imagen del presidente lo suficiente como para debilitar su candidatura a la reelección? La respuesta es no.
Si la sensación reinante en la dirigencia demócrata es que Trump será absuelto por el Senado y que el impeachment potenciará la competitividad del presidente en la elección del año próximo, ¿por qué su mayoría en la cámara baja impuso el juicio político?
Probablemente, por entender que no tenía otra alternativa. Si existen pruebas contundentes de que un presidente ha violado el marco legal, y los demócratas están convencidos de que existen esos cargos, los legisladores están obligados por la Constitución a denunciarlo y a juzgarlo.
De no hacerlo, por considerar que podría resultarles políticamente inconveniente, entonces serían ellos quienes estarían violentando el marco legal.
Si el Estado de Derecho ha sido vulnerado, no pueden ser todos inocentes. En esa situación, sólo puede haber culpables y cómplices.