Por Juan Turello. Por momentos, Argentina suele estar aislada del resto del mundo en...
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Por Claudio Fantini. El ex secretario general de la OEA José Miguel Insulza calificó de “operativo político” a la ayuda humanitaria que se intenta introducir en Venezuela. De inmediato, fue acribillado de críticas. Quizá sea cierto que a Insulza le falta energía para denunciar la criminalidad del régimen y que esa carencia le resta autoridad moral a su observación. Pero lo que dijo es cierto. Repasemos.
Resulta obvio que el objetivo real de la ayuda humanitaria no es alimentar y curar a una población diezmada por la falta de alimentos y medicamentos, sino crear la situación que pueda resquebrajar el apoyo militar que sostiene al régimen. La propia embajada norteamericana en Caracas estimó que sólo podrían alimentar a 5.000 venezolanos durante apenas 10 días.
Negar que la importancia principal de las caravanas de camiones que intentan ingresar en Venezuela es política, no humanitaria, es negar lo evidente. Pero aceptar esa evidencia no implica darle la razón a Nicolás Maduro cuando la califica de “show” para violar la soberanía de Venezuela. Tampoco implica ser funcional a un régimen a todas luces inepto y facineroso.
Funcional con la dictadura fue Donald Trump al amenazar a los militares con deportar a Venezuela a sus familiares, quienes se encuentran en Estados Unidos, si continúan acatando las órdenes de Maduro. Y hubo otros pronunciamientos claramente contraproducentes del jefe de la Casa Blanca.
Y no fue el único que habló de más con obtusa negligencia.
Por ejemplo, el cantante José Luis “Puma” Rodríguez también fue funcional al régimen al apoyar, con irresponsable e indecoroso entusiasmo, una invasión militar de Estados Unidos a Venezuela. Que lo piense es cuestionable y que lo diga es descabellado, porque sólo puede favorecer el discurso irradiado por el régimen.
Por cierto, las izquierdas que desde el exterior defienden a la dictadura chavista acusando a Estados Unidos de procurar adueñarse de las reservas de crudo más grandes del mundo, incurren en complicidad con un régimen calamitoso y criminal, además de cometer la hipocresía de callar ante el expolio de petróleo venezolano que realiza Cuba desde hace una década y media, obteniendo a costa de la desahuciada PDVSA más de 35 mil millones de dólares.
La izquierda tampoco cuestiona al régimen al entregar los resortes de la producción petrolera a China, para pagarle los millonarios préstamos que recibe y no puede devolver. Pero la obtusa hipocresía de las izquierdas no implica que la solución al drama venezolano pase por un conflicto armado.
La alternativa bélica implicaría un conflicto que no se ha dado en Latinoamérica desde la Guerra de la Triple Alianza, que devastó a Paraguay en la segunda mitad del siglo XIX.
El carácter facineroso del régimen chavista no convierte en serios y responsables a gobernantes como Trump y Jair Bolsonaro. La expoliación de las riquezas petrolera y minera (con pagos en negro de las regalías a la casta gobernante por la explotación ilegal de oro y coltan en el arco minero de la cuenca del Orinoco) por parte de China, Cuba, Rusia, Irán y Turquía, no significa que la única o la mejor alternativa para terminar con la pesadilla que viven los venezolanos sea convalidar que Trump retire fuerzas norteamericanas de Asia Central y Oriente Medio, para practicar intervencionismo militar en Latinoamérica.
Una guerra en Sudamérica podría convertir a Venezuela en un agujero negro geopolítico, como sucedió con la intervención a Irak.
Una guerra en Sudamérica podría convertir a Venezuela en un agujero negro geopolítico. El régimen podría sucumbir ante una embestida militar de la Triple Alianza que están formando los gobiernos de Estados Unidos, Colombia y Brasil. Pero la consecuencia de derrotar por las armas al régimen podría ser la “iraquización” de Venezuela.
Tras la caída de Saddam Hussein por una acción militar norteamericana, Irak se convirtió en un baldío institucional que supuró milicias y fanatismos de todos los colores. El resultado fue un agujero negro geopolítico en el Oriente Medio. Y los agujeros negros geopolíticos, igual que los interestelares, devoran todo lo que está a su alcance.