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Por Claudio Fantini. ¿Cómo puede ser que, en un momento tan complejo y delicado en lo sanitario y en lo económico, haya choques en el oficialismo por la cuestión Venezuela? ¿Qué poder tienen quienes imperan en el país caribeño sobre el sector del gobierno que ataca a su presidente Alberto Fernández y a su canciller Felipe Solá para defender al régimen residual chavista?
Primero, Víctor Hugo Morales humilla a Alberto Fernández porque el Gobierno avaló una nueva denuncia de la ONU sobre violaciones a los derechos humanos en Venezuela.
Después, la ex embajadora en ese país Alicia Castro sale con los tapones de punta a descalificar al canciller Felipe Solá por haber dicho que allí hay un “gobierno autoritario”.
El informe del Alto Comisionado de Naciones Unidas para los Derechos Humanos lleva la firma de Michelle Bachelet y cuestiona, a la vez, las sanciones económicas norteamericanas por su efecto sobre la sociedad. Sin embargo, la artillería kirchnerista lo mismo le disparó una ráfaga de ofensas al presidente.
Luego de Alberto Fernández, Felipe Solá, quien se había cuidado de usar la palabra “dictadura”, tampoco se salvó del ataque desde la trinchera oficialista.
El carácter autoritario del régimen venezolano y sus violaciones a los Derechos Humanos constituyen una realidad objetiva. Se puede rechazar una solución militar y repudiar las sanciones económicas, pero no se puede negar lo que está a la vista de todos.
Con Hugo Chávez en la presidencia, Venezuela tenía una democracia “mayorista”: el gobernante tenía el apoyo mayoritario, pero actuaba de manera excluyente con la oposición y la crítica.
Tras la muerte de Chávez, el gobierno comenzó a transformarse en un régimen autoritario.
Al impedir el referéndum revocatorio, Nicolás Maduro inició la deriva autoritaria. El segundo paso fue la elección fraudulenta para mantenerse en el poder.
Que exista un Congreso en el que deliberan legisladores no quiere decir que haya un Poder Legislativo. Para que haya Poder Legislativo, el Congreso debe legislar. Y eso es lo que no puede hacer la Asamblea Nacional desde que Maduro y el vicepresidente Diosdado Cabello bloquearon sus decisiones.
¿Qué es lo que no se entiende de este derrotero tan visible hacia el autoritarismo? Quienes no quieren ver este proceso, podrían al menos ver el centenar y medio de muertos que dejó la represión a las masivas protestas contra el régimen.
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En el kirchnerismo permiten que se acuse de “asesino” a Felipe Solá por la muerte de los dirigentes de izquierda Kosteki y Santillán, pero no permiten que se hable de los asesinados por la represión de Maduro durante las multitudinarias protestas.
Tampoco permiten que el gobierno avale denuncias de cárceles colmadas de presos políticos, las torturas en el edificio helicoide, donde funciona el cuartel general del SEBIN (aparato de inteligencia) y la censura, que incluyó el cierre masivo de medios críticos.
¿Qué poder tiene el régimen represivo que impera en Caracas sobre el kirchnerismo?
La casta militar que impera en el país caribeño llevó a la petrolera PDVsa y al Estado a la bancarrota, hundiendo a la sociedad en una miseria que, sumada la represión y las persecuciones, causó una diáspora de dimensiones bíblicas.
Que en medio de una pandemia, con la economía en estado de coma y desafíos gigantescos, que en el oficialismo se dividan y se enfrenten por Venezuela, resulta increíble y plantea una pregunta inquietante: ¿qué poder tiene el régimen represivo que impera en Caracas sobre el kirchnerismo?
¿Cómo logra que el sector liderado por la vicepresidenta Cristina Kirchner lo siga defendiendo, al precio de encubrir violaciones a los derechos humanos y cataclismos sociales?
Quizás la respuesta es que lo logra del mismo modo que obtiene apoyos y silencios en gobiernos sobre los que llovieron los petrodólares, es decir, del mismo modo en que viajaban las valijas de Antonini Wilson a la Argentina.