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Por Claudio Fantini. Algo cruje, en Venezuela, bajo los pies de Maduro. Al afirmar que viajó al futuro y vio que “todo ha salido bien”, dijo algo descabellado pero no “traído de los pelos”. Lo que hizo fue advertir de manera desopilante a los militares que, quien apueste a la debacle del régimen y se sume a conspiraciones y levantamientos, quedará en el bando perdedor.
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A renglón seguido estalló una pequeña rebelión en la Guardia Nacional que, a pesar de haber sido velozmente sofocada, mostró grietas en los pilares militares que sostienen al régimen en Venezuela.
La dictadura presiente que «los planetas» están alineándose en su contra.
Sucede que los denominados «enemigos externos» por el régimen han empezado a actuar en consonancia con la disidencia interna. Desde que comenzó el nuevo mandato de Maduro la situación es otra. El desconocimiento exterior a su legitimidad se compagina con la consagración de Juan Guaidó como autoridad legítima por parte de la Asamblea Nacional.
Guaidó estaría superando los problemas para la unificar el liderazgo y coordinar acciones que tuvieron Henrique Capriles, Leopoldo López, Antonio Ledesma, María Corina Machado y Henry Falcón.
La masacre perpetrada por el Ejército de Liberación Nacional (ELN) en la academia policial de Bogotá es la última gran motivación que se sumó al efecto desequilibrante que tiene en Colombia recibir el grueso de la ola humana que huye de la desolación venezolana, inundando países vecinos.
Antecedentes: la guerrilla que nació en 1964, lleva más de una década recibiendo protección y financiación de la dictadura chavista. Según dirigentes de la zona, participa junto a mafias rusas y turcas de la depredación minera y además cuenta con santuarios donde refugiarse en Venezuela.
Brasil y Colombia abarcan el noventa por ciento de la frontera venezolana, cuyo diez por ciento restante es con Guyana. Esto implica un cerco geopolítico con potencial devastador. Pero antes de que se active esa pinza colombo-brasileña, la pulseada entre la Asamblea Nacional y el régimen seguirá librándose sobre las estructuras militares del país.
Esa pulseada se libró sobre las instituciones de la república hasta que el régimen anuló la Asamblea Nacional transfiriendo sus poderes a la Asamblea Constituyente. Desde entonces, la pulseada se libró en las calles, hasta que la represión sofocó las protestas al precio de más de cien muertos y miles de presos políticos.
El impase de quietud que vino después, parece haber sido la calma que antecede al huracán. Ese huracán implicaría vientos internos y externos que se abatirán sobre Maduro para derribarlo.
La fecha elegida para la ofensiva: 23 de enero, coincide con los 60 años de la caída de Marcos Pérez Jiménez, el dictador que en los años 50 se fortaleció con altos precios del petróleo al tiempo que proscribía los partidos de centro y de izquierda, aplastaba con brutal represión las protestas callejeras, encarcelaba y torturaba opositores y carcomía de corrupción el Estado. Una historia que el chavismo repitió.