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  • Cuba, después de 60 años de castrismo

    Publicado: 13/01/2019 // Comentarios: 0

    Por Claudio Fantini. Cuba inició el año estrenando una nueva Constitución y con un jefe de Estado cuyo apellido no es Castro Ruiz, sino Miguel Díaz Canel. El segundo dato es menos revelador que el primero. En rigor, la sexagenaria revolución tuvo como primer presidente a Manuel Urrutia, quien renunció al cargo ni bien terminó de convencerse de que era una simulación porque, desde que cayó Santa Clara en manos rebeldes y Fulgencio Batista huyó despavorido, el verdadero y único dueño del poder era el líder de “los barbudos”: Fidel Castro.

    Morales (Bolivia), Ortega (Nicaragua), Raúl Castro y Maduro (Venezuela). Una alianza que poco aporta al desarrollo de Cuba | Foto: archivo Turello.com.ar

    Quien reemplazó a Urrutia no tuvo la misma dignidad. Osvaldo Dorticós aceptó ser un presidente títere de Fidel Castro y se prestó a la farsa hasta que, en 1976, entró en vigor la Constitución que abolió la presidencia y blanqueó el poder absoluto del máximo líder de la isla.

    El artículo 5 de aquella Carta Magna imponía como meta “el avance hacia el comunismo” y abolía toda forma de propiedad privada, incluido el cuentapropismo y las empresas y comercios más pequeños. Se blanqueó de ese modo el colectivismo de planificación centralizada implantado en la segunda mitad de la década de 1960. Un sistema que fracasó desde un primer momento y que se sostuvo por la terquedad de quien detentaba la totalidad del poder.

    La pertenencia al Comecon y a su división internacional de trabajo le permitió a la Revolución Cubana sus dos logros: el desarrollo de la medicina y la alfabetización de la sociedad, incorporándola además a la escolarización. Pero igual que en los países del Pacto de Varsovia, el colectivismo de planificación centralizada fue un fracaso de graves consecuencias.

    La reforma constitucional de 1992 mostró la primera corrección a la que se vio obligado Fidel Castro por la desaparición de la Unión Soviética y, por ende, a la pérdida de la financiación artificial de una economía improductiva.

    La reforma económica en Cuba se efectúa de modo lento y con el freno de mano puesto. La nomenclatura teme perder su poder con más libertad económica.

    Al impulsar el llamado Período Especial, abriendo la economía a la inversión extranjera y al cuentapropismo, Raúl Castro admitió de hecho el gigantesco error que provocó el dogmatismo de abolir el comercio y a la pequeña y mediana empresa en manos privadas.

    La Constitución que rige desde este año, al incorporar la palabra “mercado” y el concepto “propiedad privada”, da otro pequeño paso en pos del objetivo que trazó Raúl Castro en la década de 1990 y frenó la irrupción de Hugo Chávez, que regalaba petróleo venezolano para proyectar su liderazgo a nivel regional.

    El objetivo es crear la versión cubana de la “Doi Moi”, el proceso de apertura de la economía vietnamita al capitalismo, que impulsó Van Nguyén Linh en 1986.

    Igual que en la reforma china que impulsaron Deng Xiaoping y Zhao Ziyang, la reforma de Vietnam dejó el poder en las manos del Partido Comunista, que había colectivizado de manera ruinosa la economía en los tiempos de Ho Chi Minh. La diferencia es que la versión caribeña de la Doi Moi es de una lentitud pasmosa, debido al paralizante miedo de la nomenclatura a que, como en la Perestroika de Gorbachov, la apertura termine barriendo del poder al Partido Comunista.

    Así como la reforma de 1992 había restablecido la cuenta propia, la nueva Constitución termina de enterrar el artículo 5 de la Carta Magna de 1976. Pero el avance que diseñó Raúl para que Cuba salga de la calamitosa ficción económica castrista, es con el freno de mano puesto.

    Somos un equipo de profesionales que nos apasiona contar de una manera simple, sincera e independiente los principales sucesos que se desarrollan en el ámbito de la economía, sociedad, tecnología, deportes y showbiz.

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