Por Juan Turello. Las dos últimas semanas expusieron la grave caída de la economía, como consecuencia de la recesión iniciada en la gestión de Mauricio Macri y de medidas desalentadoras en la administración de Alberto Fernández. Hoy, el Gobierno nacional y los agentes económicos están en la búsqueda de un plan, señala mi nota en La Voz.

Esa definición choca con dos problemas. Uno, no se sabe cuánto caerá la actividad ni qué empresas y sectores quedarán en pie. Además, que lo sustancial: la cuestión no resuelta del default de una deuda de 66 mil millones de dólares.  

El cierre de establecimientos vinculados con el consumo de la clase media muestra la profundidad del derrumbe. La baja de persianas en restaurantes y en locales emblemáticos convalida el dato de que nueve de cada 10 familias está endeudada y que creció la mora bancaria.

“¿Cómo voy a imaginar el día después si estamos en plena caída, y todavía no paramos en ese derrumbe?”, dijo un dirigente metalúrgico. Los “números crudos” del sector, como los definió el economista Gastón Utrera, son impactantes.

El informe de la Cámara de Industriales Metalúrgicos y Componentes de Córdoba (CIMCC) revela que el 70% de los establecimientos está produciendo por debajo de hace un año; el 87% considera que la economía está peor que en 2019; el 84% prevé menor crecimiento en relación con 2019 y el 66% estima que la inflación será más alta que el año anterior por la emisión monetaria y la brecha cambiaria.

La cuarentena estricta en el Área Metropolitana de Buenos Aires (Amba) afectará la provisión de insumos y las compras en fábricas cordobesas.

Un trabajo de Marcos Cohen Arazi, Fernando Kühn e Ignacio Lazarte (Ieral – Fundación Mediterránea) señala que sólo el 41% de las empresas con menos de 100 empleados son optimistas para 2021. Para ellos, este año ya no cuenta.

El enfoque cambia para las compañías con más de 100 empleados: el 53% prevé una mejora en la situación general en 2021.

De ese núcleo surgió la iniciativa de presentar un “Plan Marshall criollo” al Gobierno para alentar la recuperación en la pospandemia de Covid-19.

Los que alientan el «plan Marshall criollo» prevén que, tras la caída económica, surgirá una nueva burguesía nacional en sectores clave.

Los dirigentes de la Unión Industrial Argentina (UIA) se inspiraron en el ex secretario norteamericano George Marshall, quien ejecutó el programa de recuperación para Europa tras la devastación de la Segunda Guerra Mundial.

Aunque grandilocuente en su nombre local, el programa apuntaría a un esquema de “compre argentino” y al financiamiento barato a través del Bice y de bancos locales. 

Dirigentes pymes cuestionan el lobby de estas empresas, que intentan beneficiarse con un salvataje financiero y la protección aduanera, ayudas que no siempre llegan al “interior del interior”. Coinciden en reclamar la rebaja de impuestos y en pedir el ajuste en el Estado.

La otra coincidencia está vinculada con el rechazo con la ¿archivada? expropiación del Grupo Vicentin, calificada como una señal chavista para la economía que viene. En una teleconferencia, Alberto Fernández no dio la mejor certeza al identificar su ideario con Chávez (ya fallecido), Morales, Correa, Lula y Bachelet. Con tales menciones, terminó enemistado con los actuales mandatarios de esos países.

También fue inoportuno al cuestionar la propuesta de Donald Trump para el BID, cuando necesita de Estados Unidos para cerrar un acuerdo por la deuda que despegue la incertidumbre financiera. Ese paso facilitará, además, las negociaciones en marcha de las provincias y de las empresas endeudadas en el exterior.

El plan que alumbre para alentar la recuperación debe lograr el consenso de los sectores productivos, al tiempo que el Gobierno debe producir señales que generen confianza en la sociedad.

Sin este insumo básico, cualquier propuesta fracasará, incluso las inspiradas en grandes momentos de la humanidad.