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Por Claudio Fantini. No hubo un round de estudio, como el que efectúan los boxeadores arrojando pocos golpes en el primer asalto. Cambiemos y el kirchnerismo se tiraron con todo en la primera vuelta. Y hasta es posible decir que el intercambio de trompadas comenzó antes de que sonara la campana.
Esos primeros golpes lanzados antes de tiempo, fueron el llamado a “la resistencia” que hizo el kirchnerismo y la negativa de Mauricio Macri de recibir el bastón de mando en el Congreso. Indudablemente, exhortar a la militancia a “resistir” contra un Gobierno que aún no había asumido, traspasa la barrera del absurdo. ¿Por qué lo hizo? Porque percibió que Macri no estaba dispuesto a dejarse marcar la cancha, sino que, por el contrario, se disponía a salir con los tapones de punta.
Lo que alarmó al kirchnerismo fue detectar una fuerte “voluntad de poder” por parte de Macri y del Gobierno de Cambiemos en la pelea por el bastón de mando.
Cristina y Néstor, siempre habían querido a Macri como cabeza de la oposición, por considerarlo más fácil de estigmatizar como “la derecha” neoliberal y por no ver en él el fuego de la ambición política que irradian, a simple vista, dirigentes del peronismo anti-K como Sergio Massa y José Manuel De la Sota.
Lo consideraban políticamente pusilánime, imaginando que un gobierno de Macri sería fácil de controlar y de imponerle condiciones, sobre todo referidas al manejo de la Justicia para mantener impunidad ante tantos casos de corrupción.
Cristina puso todo el esfuerzo en impedir que Massa fuera el contendiente de Scioli, porque esperaba de su inmensa voluntad de poder una persecución implacable contra el kirchnerismo. Pero después se sorprendió cuando Macri rechazó sin titubear que sea ella la que diseñara el acto de traspaso de mando.
Las primeras medidas del nuevo Gobierno, con excesos en el recurso de los Decretos de Necesidad y Urgencia (DNU) y la cesantía de la multitud de militantes que habían nombrado y contratado en los últimos meses, terminó de convencerla de que -al revés de lo que siempre había pensado- Macri está pleno de voluntad de poder. Y los K saben que si la decisión de Cambiemos es gobernar de verdad, ello incuba la voluntad de desarmar totalmente el poder kirchnerista.
Aunque nunca antes había estado en sus planes, Macri hará hasta lo imposible para que las denuncias de corrupción se conviertan en juicios y encarcelamientos.
La recaptura de los tres sicarios fue una batalla clave. La ganó, pero la guerra continúa y promete agravarse y generar tensiones que harán temblar al país. Salvo que Massa, De la Sota, Urtubey y otros peronistas convencidos de la necesidad de poner fin al ciclo kirchnerista, puedan diluirlas dentro del peronismo.