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Por Rosa Bertino (Periodista especializada en temas de Espectáculos). Supongamos que usted, como yo, no seguía muy de cerca el derrotero de Fabio “la Mole” Moli, pero sabía que es un boxeador nacido en Villa del Rosario, y que está arriba de los 40 años y los 130 kilos.
Y que por alguna enigmática razón sigue figurando como “campeón argentino de los pesos pesados”, aunque hace rato que no se calza los guantes, al menos profesionalmente.
Con perdón de la comparación que, como todas, puede ser bastante odiosa, “la Mole” Moli es al show lo que Luis Juez (en Twitter: @ljuez) es a la política. Se hizo nacionalmente conocido porque habla un cordobés básico fácilmente identificable, cuenta chistes, es simplón y buen tipo, etcétera.
Pero “la Mole” sigue ascendiendo, lo cual no deja de sorprendernos y amerita una reflexión. Ya no hará temporada estival en Córdoba sino en Mar del Plata, compartiendo elenco con otros exponentes del mediatismo porteño, como Jacobo Winograd y Guido Suller. Al igual que yo, usted no piensa que semejante camada sea sinónimo de éxito. Sin embargo, así lo ve el público que irá al teatro.
Y todo gracias a Marcelo Tinelli. Como hacedor televisivo, tiene aspectos criticables, pero no podemos negar que lo suyo es un pasaporte a la fama, aunque no cualquiera la alcance. Hace un tiempo, en un casting hecho en Córdoba, Tinelli detectó de inmediato a “la Mole” y lo llevó a bailar por un sueño. ¡A bailar! Más estilizado nos parecía el hipopótamo que danza en el clásico Fantasía. Pero no se trata sólo de bailar, sino de tener carisma. Ahí radica el ojo de Tinelli. Si bien Fabio se buscó una excelente coach, una profesora de danzas que tiene una academia cerca del Hípico, con quien ensayó muchísimo, hasta el final del certamen lo fue salvando el voto del público.
Ahora ha vuelto a ocurrir lo mismo. Este año no bailó ¡sino que cantó! en Cantando 2012, un programa de la misma escudería, conducido por José María Listorti. La semana pasada, ya en el cierre del certamen, “la Mole” terminó acaparando más del 60% del voto telefónico. Parece que tal adhesión provocó la bronca del músico Oscar Mediavilla, jurado y marido de Patricia Sosa. Pero se la tuvo que bancar.
Un fenómeno parecido es el de “Peter” Alfonso y Paula Chávez (el chico del “rioba” y la fina modelo), que existen gracias a la varita de Tinelli. Nadie se explica de dónde sacan tanto ascendiente sobre los espectadores, que los votan, los votan, los votan …
Las democracias televisivas no son muy confiables. No triunfa el más meritorio, sino el que mejor luce o despierta mayores fantasías. Bastante parecido a la actitud de muchos argentinos, cuando se trata de elegir a nuestros representantes o dirigentes.