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Por Claudio Fantini. El yihadismo sunita ha mostrado su capacidad de destrucción. Casi en simultáneo, en tres continentes, se produjeron masacres provocadas por grupos afines, con un saldo inicial próximo a los 150 muertos, en lo que se denominó «viernes negro».
Un repaso de los ataques y qué significa en cada país.
Túnez fue blanco de una nueva masacre a turistas, con serios daños a definitivamente su principal industria. El país está embarcado en una reforma democrática con leyes civiles y no con la sharía (ley coránica). Y también porque el pequeño país magrebí está enclavado entre Argelia y Libia, dos grandes fábricas de yihadismo por la influencia del extremismo salafista y por la debilidad de sus gobiernos.
En Kuwait, los masacrados fueron chiítas, a quienes los terroristas sunitas de Al Qaeda y su desprendimiento más feroz, el ISIS, consideran herejes que deben ser exterminados.
En Somalia, al golpe lo dio Al Shabab, el brazo militar de las llamadas Cortes Islámicas, aliadas de Al Qaeda y del salafismo magrebí.
Aún resta conocer si las potencias de Occidente y sus aliados deciden concentrarse en extirpar al ISIS y Al Qaeda.
Mientras que a Francia la atacaron, posiblemente, porque está embarcada en dos guerras contra el yihadismo sunita: en Mali y en la República Centroafricana, además de participar en la coalición que ataca al ISIS en Irak y Siria.
No a todas las masacres del “viernes negro” la produjo el mismo grupo, pero las organizaciones que las perpetraron son aliadas o al menos hermanadas ideológicamente por el objetivo de crear teocracias y por el odio al chiísmo y a la cultura occidental.
En el caso de Francia, si la autoría pertenece al ISIS, lo que acaba de anunciar es que puede cambiar su reclutamiento, que hasta ahora fue absorbente (desde muchos rincones del planeta hacia Medio Oriente) por la modalidad de reclutamiento quieto que creó Al Qaeda en los ’90: no traslada a los reclutados, sino que forma con ellos células dormidas dispuestas a entrar en acción en cualquier momento.
La decapitación de un hombre en Lyon, donde se intentó un megaestallido en una fábrica de gas, parece la firma del grupo genocida que ha retomado la ofensiva en el vasto territorio que controla entre Irak y Siria.
Falta ver si las potencias de Occidente seguirán tolerando que sauditas, qataríes, egipcios y jordanos, entre otros estados sunitas, sigan gastando esfuerzos bélicos contra los chiítas de Yemen, en lugar de concentrarse en extirpar a ISIS y Al Qaeda.
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