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Por Juan Turello. ¿Qué va a pasar con la economía, el empleo y el dólar?, es uno de los interrogantes más comunes que domina los análisis desde los escritorios más encumbrados de una compañía hasta la simple charla de café entre amigos.
La gente está perpleja y no oculta su preocupación por la forma en la que la economía desciende todos los meses un escalón, señala el comienzo de mi nota en La Voz del Interior.
Los arreglos con el Club de París, Repsol y el Ciadi, y la fuerte devaluación de enero parecían sugerir un camino, que se interrumpió drásticamente cuando apareció el fallo del juez Thomas Griesa, convalidado por la Cámara de Apelaciones y la Corte Suprema de Estados Unidos.
Una fuente de primera línea del sector bancario reveló que fue el titular del Central, Juan Carlos Fábrega, quien pidió a los bancos nucleados en Adeba, encabezados por Jorge Brito, que realizaran las gestiones para comprar la deuda en default, por unos 1.600 millones de dólares. También intervinieron Jorge Capitanich y el influyente Carlos Zannini, quien designó un hombre de confianza para las negociaciones. Todos actuaron convencidos de que Cristina Kirchner bendeciría la operación.
Axel Kicillof viajó con ella a Venezuela. La convenció de desairar a Griesa y romper la negociación. De Caracas se trasladó a Nueva York, y todo se complicó.
El martes por la noche, cuando las familias compartían la cena, se enteraron de que la Presidenta ponía en marcha otra jugada, que le da réditos políticos, porque somete a la oposición al estigma de “patria o buitres”. Gana en política, pero la economía baja otro escalón.
Los últimos datos le dan la razón:
¿Aguanta un año la economía a este ritmo, hasta el segundo domingo de agosto de 2015, cuando las elecciones primarias consagren virtualmente al futuro Presidente, y asome otra solución?
La economía es una ciencia social que hoy no tiene esa respuesta.