Por Juan Turello. Por momentos, Argentina suele estar aislada del resto del mundo en...
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Por Juan Turello. Las consecuencias de la invasión de Rusia a Ucrania aún no se observan en toda su magnitud, pero la Argentina sentirá el impacto por la dudosa posición geopolítica que eligió y la débil estructura de su economía, señala mi nota en La Voz.
A priori, el balance asoma con más datos negativos que puntos a favor.
Estados Unidos y Europa impusieron duras sanciones a Rusia y a los grandes empresarios, con el objetivo de que si Putin gana la guerra, pierda la batalla en el frente económico.
El staff técnico del FMI mira las cuentas, pero las posiciones políticas también pesan a la hora de aprobar o rechazar el acuerdo por 30 meses que necesita la Argentina.
¿Qué posición adoptarán Estados Unidos, Alemania, Reino Unido y Francia que ostentan un tercio de los votos en el FMI y pretendían una condena explícita de Alberto Fernández y sanciones económicas contra Rusia?
El tibio reclamo del Presidente a que Putin detuviera la escalada esconde la esperanza de que libere los 5.000 millones de dólares que había gestionado Martín Guzmán para reforzar las débiles reservas del Banco Central.
Es altamente improbable que ahora Rusia otorgue ese préstamo en medio de las sanciones económicas que podrían paralizar su actividad económica.
El Gobierno puede festejar la suba de los precios de la soja, del maíz, del trigo y del girasol, cuyas exportaciones podrían aportar mayores ingresos estimados entre unos 5.000 mil millones y 6.000 mil millones de dólares.
Argentina recibirá más divisas por la suba de los granos, pero también aumentarán los precios de la energía que importa. El balance puede ser desfavorable.
La contracara de esa buena noticia para las reservas y las cuentas fiscales es el aumento del precio de los alimentos internos. Esos granos son la materia prima de la dieta básica de los argentinos.
La intención del secretario Roberto Feletti de crear un fideicomiso para administrar los precios internos del maíz y del trigo choca con el rechazo del campo. Un eventual conflicto podría licuar los números que por ahora hacen sonreír a Martín Guzmán y a Miguel Pesce
Habrá más dólares por la suba de los granos, pero la alta inflación supondrá una “devaluación” de los salarios, que se pactan con subas en torno del 45%.
La encuesta de la Universidad Di Tella anticipa una expectativa de inflación de 51% para los próximos 12 meses. En diálogo con empresarios cordobeses, Ricardo Arriazu estimó que este año será de entre 55% y 60%.
El acuerdo con el FMI, que el Gobierno pretendía enviar esta semana al Congreso, se trabó porque los técnicos del organismo descubrieron que los números para reducir el déficit fiscal al 2,5% del producto interno bruto (PIB) estaban flojos de papeles.
La pretendida reducción de los subsidios económicos -con subas de entre 15% y 20% en las tarifas de electricidad y de gas- no alcanza para evitar una mayor emisión de pesos.
Los usuarios pagan alrededor de un tercio del valor real de la energía que consumen.
La invasión de Rusia disparó los precios del gas natural licuado (GNL), que la Argentina importa para atender la alta demanda de los meses invernales.
La factura este año de 62 barcos gasificadores será más cara en unos 3.000 millones de dólares, según Daniel Montamat, exsecretario de Energía.
Si se suma el petróleo, el gasto extra podría alcanzar los 4.000 millones de dólares. Lo que se gana con los granos se pierde por el lado de la energía.
La mayor movilidad de los últimos meses había mejorado los indicadores de la actividad, aunque Arriazu estima que entre puntas -de enero a diciembre- el crecimiento será nulo; es decir, que habrá estancamiento en los actuales niveles.
El crecimiento de entre 2,5% y 3% que anuncia el Gobierno es sólo el arrastre estadístico por la mayor actividad de 2021 en relación con 2020.
La apuesta de Alberto Fernández por Putin debilitó la posición de la Argentina entre los países que condenaron la invasión y que tienen peso donde se decide la ayuda que requiere el país.
En el plano interno, la imagen presidencial es más baja que la de Macri cuando dejó el Gobierno.
La ideología es mala consejera a la hora de apagar incendios, sean en las finanzas o en suelo correntino.