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Por Juan Turello. Siempre es bueno festejar las victorias. Y así lo hizo Mauricio Macri (Cambiemos) anoche, aunque deberá esperar el resultado del balotaje del 22 de noviembre con Daniel Scioli, que ganó en primera vuelta, pero festejó poco. . La celebración estará acotada por las urgencias, decía mi nota en La Voz del Interior.
El cobro del segundo aumento acordado en paritarias –con una suba promedio del 28%-, la estabilidad cambiaria y la intensa promoción de supermercados, telefónicas y de agencias de viaje, lograron disimular los problemas de la macroeconomía.
El incremento salarial y el aguinaldo, el aumento acumulado del 33% en las jubilaciones y una mejora en los subsidios sociales empujaron las ventas en los últimos tres meses. También ayudó el pago en 12 o más cuotas. Las ventas de consumo masivo (híper, supermercados y autoservicios) aumentaron -en volumen- 2,1% en septiembre, según la consultora CCR. Aun así, en nueve meses retroceden 0,5% en comparación con 2014, que fue un mal año.
Como sucede desde 1983, los recambios presidenciales no van acompañados de fiestas prolongadas. La luna de miel es cada vez más breve.
El Gobierno le ganó la partida a quienes preveían una crisis cambiaria. Lo hizo a un alto costo. Consumió “el swap con China (11 mil millones de dólares para declarar reservas por 27.300 millones al viernes último); emitió deuda en moneda extranjera por 2.127 millones y por “dollar-linked” por 2.893 millones; recibió préstamos de organismos internacionales; intervino en el mercado de cambios vía ANSES, Banco Central y Banco Nación; y vendió dólares futuros por 9.380 millones a entregar el año próximo”, detalla con precisión el economista Matías Carugati (Management & Fit).
Aun así, el dólar blue quedó en 16,06 pesos y el oficial a 9,60. La brecha llega al 67%, que alienta expectativas de devaluación.
La balanza de exportaciones e importaciones dejó un magro saldo de 75 millones de dólares en septiembre. Sólo en octubre, el Banco Central debió vender más de 100 millones diarios para atender las demandas de dólar ahorro (desde junio ya entregó 3.100 millones) y dólar turista.
La opción es clara para el próximo presidente: con una balanza comercial frágil (apenas cubre las operaciones de medio día), los dólares deberán llegar por endeudamiento o inversión extranjera. Un posible blanqueo de capitales dependerá de la confianza que despierte la nueva gestión.
Además de romper el cepo, el futuro gobierno necesitará divisas para importar insumos industriales y permitir el giro de utilidades al exterior. En caso contrario, no habrá “inversiones por 30 millones de dólares” o una “lluvia de dólares”, como prometieron los principales candidatos.
Además de estas urgencias, la agenda incluye la necesidad de resolver el atraso cambiario sin que la inflación se coma en pocos meses la devaluación. ¿Acuerdo económico-social?
Como sucede desde 1983, los recambios presidenciales no van acompañados de fiestas prolongadas. La luna de miel es cada vez más breve.