En materia de inflación, somos un enfermo casi crónico. Pero la inflación es algo así como la fiebre del enfermo, porque la infección (la verdadera enfermedad) es que nosotros (o el Estado, que nos representa) gastamos más de los que tenemos. Si tomamos deuda para afrontar eso “de más”, en algún momento se volverá impagable y la economía estallarrá (sucedió al final de la convertibilidad). O si le damos a la “maquinita”, como sucede ahora, nuestro peso va perdiendo valor.
Esto es lo que pasó en los últimos 15 años y como consecuencia: hoy con un billete de 100 pesos se puede comprar lo mismo que con un billete de 10, en 1999.
Un informe de la consultora Ecolatina reveló que entre 1999 y 2014, “el nivel de precios se multiplicó por 10”. ❝Podríamos decir que virtualmente, le hemos sacado un cero al poder de compra del peso. Esto no es nuevo, en los últimos 100 años, nuestra moneda cambió de nombre varias veces y, en el camino, perdió 13 ceros❞, señaló el reporte.
En 1999 se necesitaban cerca de $60 para comprar una canasta básica alimentaria (CBA), es decir una sexta parte del billete de $100, mientras que hoy esa canasta cuesta $1.070, por lo que se necesitan más de 10 billetes de $100. Los precios de los alimentos crecieron por encima del resto, mientras que los bienes y servicios públicos se ajustaron muy por debajo de la media.
Un testimonio similar al de Ecolatina lo brindó el economista Gastón Utrera en su libro “Cómo sobrevivir en una economía interesante” (Edicon, 2011). Allí, relata que en sus casi cuatro décadas de existencia, pasó 14 años con caída de la actividad y 26, con una inflación mayor de 10%.
De éstos, hubo 14 años con una suba de precios mayor al 100% anual, dos de los cuales tuvieron hiperinflación, con alzas muy por encima del 1.000% (mil por ciento anual), o lo que es lo mismo que el 31 de diciembre de 1990, por ejemplo, se necesitaban 14 pesos para comprar un caramelo que el 1° de enero de ese año apenas costaba un peso. La suba de precios de ese año -sin alteraciones del INDEC- dio 1.300%.