Por Claudio Fantini. La sensibilidad del mundo es extraña y, en definitiva, hipócrita. Recién reacciona cuando una foto se convierte en el símbolo más elocuente de una tragedia atroz.
Entonces los noticieros y los diarios se colman de comentarios sensibleros. Como si ese cuerpito de niño yaciendo en una playa, le informara al mundo la tragedia que desde hace tantos meses viene mostrando su horror en miles de imágenes que, por cotidianas en la prensa mundial, ya pasaban desapercibidas.
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El mundo sabe desde hace tiempo que miles de personas están muriendo en el desesperado intento de huir, precisamente, de la muerte que se ensañó con sus países desgarrados. Europa debía estar preparada para esta ola de inmigración, la más grande desde la Segunda Guerra Mundial y también la más anunciada.
Desde hace tiempo supera largamente a la que provocaron las limpiezas étnicas en Bosnia Herzegovina y también a las deportaciones de albaneses que perpetró Misolevic en Kosovo.
❝Europa debía estar preparada para esta ola de inmigración, la más grande desde la Segunda Guerra Mundial y también la más anunciada❞
Desde el Norte de África salen embarcados de carcasas destartaladas africanos subsaharianos que huyen de conflictos como los del Chad, el Congo y Mali, mientras que cientos de miles de magrebíes intentan salvarse del caos que se adueñó de Libia y que avanza en Túnez y Argelia.
La otra corriente sale del Oriente Medio, intentando ingresar a Europa por Grecia, Bulgaria y Hungría. Huyen de ese Tercer Reich ultra-islamista que ha creado ISIS en Irak y Siria. La mayoría en esa ola inmigratoria son alauitas, sunitas moderados, kurdos y árabes cristianos de las comunidades siríaca, caldea y asiria.
ISIS lleva tiempo cometiendo el primer genocidio de la historia que se conoce al mismo tiempo que se lleva a cabo. Arabia Saudita entra en guerra contra los chiítas de Yemen, en lugar de enfrentar al monstruo exterminador que, junto con Qatar, financió para que acabe con el régimen sirio de Bashar al Asad. Y Turquía prioriza la caída de Asad a la lucha contra la milicia del califato al que sólo están enfrentando con todas sus fuerzas los milicianos kurdos.
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Si algo no debía tomar por sorpresa a Europa y al resto del mundo, es esta ola gigantesca de inmigrantes que huyen de ese agujero negro que se va agigantando en el Magreb y en el Oriente Medio. Sin embargo, no hay embarcaciones adecuadas para los traslados, ni campos de refugiados instalados, ni dispositivos de salud y alimentación para socorrer a los desesperados.
Los que llegaron a Europa, deambulan por rutas, ciudades y vías de ferrocarril, en una nueva y desoladora deriva. Los otros mueren ahogados, como el niño de la playa que se convirtió en símbolo de una tragedia anunciada.