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Por Claudio Fantini. Al reconocer al Estado de Israel y entablar relaciones diplomáticas con ese país, Emiratos Árabes Unidos dio un paso histórico que empieza a blanquear el realineamiento geoestratégico que está cambiando en el Medio Oriente. Qué significa el acuerdo bendecido por Donald Trump y cuál fue la participación real del mandatario norteamericano en el tratado.
Es el Jalifa bin Zayed bin Sultán al Nahyan, emir de Abu Dabi y presidente de la federación que nuclea a siete emiratos, quien firmó un acuerdo con efectos similares a los que suscribieron el presidente egipcio Anwar el Sadat en 1978 y el rey Hussein de Jordania en 1994.
Por haber reconocido al Estado judío, Anwar el Sadat fue asesinado por militares nacionalistas y el monarca hachemita jordano sufrió varios atentados.
No obstante, sus países fueron fieles a los acuerdos alcanzados. Desde entonces, ningún otro país árabe había reconocido a Israel, aunque Omán había dado un paso a medias en esa dirección, cuando habló del “Estado israelí”, en lugar de usar el término “ente sionista”.
Qué significa para Israel y para los EAU
Según el gobierno emiratí, el acuerdo evitó que Benjamín Netanyahu desistiera de anexar el 30 por ciento del valle del Jordán. No es cierto. El premier israelí sólo ha postergado la anexión, que amputará a Cisjordania.
Y la postergación no tiene que ver con el histórico acuerdo anunciado el jueves 13 de agosto, sino con la imposibilidad que encontró Netanyahu para su aprobación en la Kenesset, el parlamento israelí.
Gran parte de la población se opone a esa medida y Beny Gantz, el principal socio de la coalición gubernamental, ordenó a sus legisladores que por el momento no le den aprobación parlamentaria.
Según Donald Trump, el reconocimiento de Emiratos Árabes Unidos a Israel es fruto de su plan de paz en el Oriente Medio, lo cual no es del todo cierto.
Si bien los EE.UU. hicieron su aporte en las tratativas, no fue el presidente norteamericano Donald Trump ni las gestiones de su yerno, Jared Kushner, lo que generó este cambio en el tablero geoestratégico.
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Mucho antes de que Trump entrara a la Casa Blanca, en los palacios de Riad ya lucubraban un realineamiento que incluyera a Israel, porque el poderío militar del Estado judío es necesario para que las monarquías árabes del Golfo puedan enfrentar a Irán y repeler su creciente influencia en países como Irak, Siria y Líbano.
Si EAU dio ese paso, fue por decisión de Arabia Saudita. No lo hubiera dado contra la voluntad de los saudíes. El reino más grande la península arábiga es sunita y procura levantar una alianza contra el eje chiita Teherán-Bagdad-Damasco-Hezbollah.
La capacidad militar israelí es el mayor instrumento de disuasión del bloque árabe sunita contra el núcleo liderado por Irán.
En los hechos, Arabia Saudita llevaba tiempo cooperando con Israel en varios terrenos, sobre todo, los aparatos de inteligencia de ambos países vienen trabajando juntos en los conflictos de Siria y Yemen.
Los sauditas tomaron la decisión de reconocer a Israel, pero le hicieron dar el primer paso a los emiratíes. Eso permitió ver las posibles extensiones del proceso. Turquía, a pesar de ser sunita, no estaría en la vereda que asocia a árabes e israelíes. Sí estarán Egipto, Omán y Bahrein.
Habrá estados sumándose a una u otra vereda. Esa división no es nueva; lo nuevo es la conformación de bloques y la participación de Israel en uno de ellos.
También es históricamente novedoso que Arabia Saudita, tras haber participado y financiado todas las guerras y ataques contra Israel, haya desistido del objetivo de “echar los judíos al mar”, para aliarse con ellos.